Nuestra ciudad. Santa Cruz de Tenerife. Otra vez se ve abocada a un conflicto de no sé que intereses: la construcción de un hotel en las proximidades de la playa de Las Teresitas.

Entre los planes que el actual alcalde, Sr. Bermúdez, tiene para darle a la ciudad otro tono, es el de dotar a la zona de Las Teresitas de un hotel que esté relativamente cercano a la playa. No nos cansamos de ponderar a la playa de Las Canteras, de nuestra ciudad hermana y cocapital de la Comunidad, por su ubicación y los alicientes turísticos que supone la existencia de hoteles y restaurantes que la bordean. Aquí no. Aquí hay que torpedear cualquier iniciativa tendente a ese fin dotacional.

Parece que somos unos bucólicos que pretendemos los espacios para nuestro propio disfrute. Creo que la playa de Las Teresitas será un foco de atracción turística, que en alguna medida ya lo es, si se aplican dotaciones para que así sea. El hotel que se pretende construir es una de ellas y no perjudica al entorno. Desde luego no más que las múltiples antenas repetidoras que pueblan nuestras cumbres, para que nos podamos comunicar con medios tecnológicos más allá del silbo gomero.

A fuer de bucólico, a mí me hubiese gustado que Las Teresitas conservase el ambiente que ofrecía en el tiempo en que empecé a conocerla y disfrutarla, los primeros años de la década de los sesenta del pasado siglo. Aquella arena negra, que unas veces estaba y otras no, según la influencia de las mareas. Naturaleza viva. Al pie de los riscos que con un sendero que de allí partía se accedía a los órganos. Maravilla de paisaje. Pero eso me gustaba a mí. Supongo que a otra poca gente. Un nuevo atractivo para la ciudad de Santa Cruz surgió y acabó con aquello, pero multiplicó exponencialmente el disfrute para miles de ciudadanos con la nueva playa que se construyó.

Ahora se pretende ofrecer un atractivo al turismo, del que somos un tanto deficitarios, en una ciudad que carece de esa participación en el motor económico del archipiélago. Y otra vez empieza a manifestarse el no. Como casi siempre y ante cualquier renovación. Recuerdo la enconada negativa que manifestaban distintos grupos sociales y comerciales de La Laguna ante la peatonalización proyectada por el ayuntamiento de unas cuantas vías del casco histórico. La alcaldesa, Ana Oramas, soportó lo indecible, las presiones para que aquel proyecto no se ejecutara. Resistió. Lo llevó a cabo. Hoy es un casco peatonal y comercial alabado por todos. También por los que antes se oponían.

Ante las reformas que el alcalde de Santa Cruz de Tenerife pretende llevar a cabo surge el no de colectivos anclados en esa negativa. Lo único que se me ocurre es: alcalde, resiste.