Ese es el título del libro y blog del tinerfeño Jesús Manuel Pérez Triana, analista internacional, requerido ante cualquier suceso mundial por la CNN de Atlanta, Radio Francia, Colombia, Miami, Rusia o Irán.

Como el propio título sugiere, el concepto de guerra clásica, de pervivir, es ahora marginal. No quedan guerras tradicionales estado/estado. La guerra de Ucrania-Rusia no pasó de escaramuzas. Entre estados además con poblaciones étnicamente confundidas (Stalin).

Dado que el concepto tradicional de guerra ha dejado prácticamente de existir, hemos de construir nuevos conceptos que definan las nuevas realidades. Por lo pronto, los actores, muchos, son nuevos, actores o sujetos no estatales, aunque internacionales, y las guerras se han vuelto asimétricas. Se ha modificado el tablero y las piezas del ajedrez bélico mundial. Ahora concurren actores globales, surgen estados fallidos, pero también regiones fallidas como Oriente Medio, perviven guerras premodernas de clanes y tribus, los insurgentes-terroristas están avezados en tecnología, las guerras en parte se han privatizado, como los Blackwater que acompañan al ejército americano. Las fronteras no cuentan. La invocación religiosa islamista busca incendiar gran parte del mundo. Europa deja de ser periférica en ese tipo de guerras, ya que se la ha metido dentro sometida a la absoluta aleatoriedad de padecer víctimas y máxima devastación en vidas. No se avisa.

Pregunta Pérez Triana para ilustrar la nueva era: cómo llamaremos al primer grupo terrorista que disponga de bomba atómica, ¿potencia nuclear?

Por no referirnos a los grandes grupos internacionales de la droga, los medios empleados y el poder económico que ostentan, superior a veces a estados fracasados. Mientras Europa asiste atónita a un estado de guerra asimétrica y posmoderna, y una presión migratoria sobre su limes parecida a la caída del Imperio romano, los nuevos hippies y Hare Krishna ocupan instituciones. Son políticos. Su discurso es de la inteligencia de la letra de "Imagine" de John Lennon.

Evidentemente no estamos escribiendo para pacifistas y corazones desbordados de amor (preferencial), para los que cualquier disquisición, análisis o descripciones empíricas son incompatibles por completo con su ontología y razón de ser. Odian tanto la guerra en su mera posibilidad que la razón o el conocimiento son superfluos por necesidad. Con un "no a la guerra" bien gritado, guerras y terrorismo desaparecen. Los pacíficos emplean un diagnóstico circense: "Nos ocurre por bombardearlos"; y encantados. Es tal su eurocentrismo e insensibilidad, que los 250.000 muertos en Siria ni cuentan, y sí la islamofobia como estado potencial del alma renuente a mostrarse rotunda. Como el diablo.