Buenos días, tiñosos míos: En "El español y los siete pecados capitales" D. Fernando Díaz Plaja dedicó más páginas a la soberbia, porque tiene más derivados, que a la envidia, de la que dijo que era el pecado nacional por excelencia. No me atrevería a dudar de lo que afirmó tan insigne escritor, pero a los países a donde amplió sus pecados no sé yo si la envidia no es más puñetera que la nuestra, porque mira que se hacen faenas por ahí fuera en los culebrones sudamericanos, en las películas estadounidenses y en esta fláccida y alocada Europa.

Lo que sí me atrevo a afirmar -que no sé si lo apuntaló el ensayista- es que en esta enronchada y amarillenta piel de toro, lo que nos distingue de los otros es que, además de pecado, la envidia es una necesidad. Y no piensen que estoy corrigiendo al in-signe escritor, en absoluto, creo que simplemente aporto algo.

Les aclaro que el título de este artículo no se debe a una errata, sino a una anécdota que viví hace unos años. Les cuento: la señora de la casa nos ofrecía, a manera de entrante/aperitivo antes de sentarnos a la mesa, unas endibias "al roquefort" que para mí estaban exquisitas, amén de las alabanzas de los otros invitados. Hasta que en un momento dado, en el grupito en el que me encontraba llegó una amiga de la anfitriona y con toda naturalidad le espetó: "Están buenas tus endivias, pero tendrías que probar las de Piluca Vázquez". (Sin comentarios).

Para tranquilizarles, creo que la envidia, gracias a Dios, no está en la consciencia de la mayoría de los españoles. Aparte de que cada uno tenga ese íntimo amigo que te destroza cada vez que puede ante los demás o la mismísima amiga de las endibias, la cosa de ahí no pasa.

Valga esta candidez para mi próximo artículo, porque sí que existen un par de extensos grupos elitistas que pasan de todos nosotros. Porque viven y conviven en plena actividad con viajes pagados, hoteles gratis, comidas degustación y toda clase de prebendas sin agobios económicos. Actividades que, además de famosos, los han hecho impopulares por moverse en las alturas y salir en los medios todos los días. Están en otro mundo. Es lógico que en esas favorables circunstancias en muchos de ellos/as aparezca el egoísmo. ¿Derivado de la soberbia? Pues yo creo que sí: otro pecado capital imprescindible para disfrutar, calmarte, sosegarte e, incluso, para poder dormir fresca y tranquilamente.

Y nosotros, los ciudadanos de a pie, con insomnio y sudando. Buenas noches.

* S S S (Su seguro servidor)