Siendo lector de EL DÍA, si viese publicado un artículo con este título posiblemente no lo leería. La razón es clara teniendo en cuenta la cantidad de comentarios que el asunto ha suscitado a lo largo de los años. Ya lo dice Francisco Pomares en el suyo del día 27 pp. Maquetas, proyectos, ideas -muchas de ellas descabelladas- y discursos al respecto han sido ofrecidos por los más diversos miembros de la ciudadanía, y seguimos igual.

Me decía ayer mismo un avezado político que las esperanzas manifestadas en el proyecto por nuestro alcalde son lamentablemente poco sólidas, y así parece que va a ser, por que el mismo periódico del día 27 da cuenta de su visita a la playa del concejal del PSOE José Ángel Martín, acompañado de Juan Fernando López Aguilar -por cierto, ¿qué tiene que ver el señor López Aguilar con este asunto?-, y sus impresiones no pueden ser más penosas. Comparte "en gran medida" el proyecto, pero..., y su opinión será compartida por gran número de "afectados" que se encargarán una vez más de echar por tierra las esperanzas de los chicharreros.

Me imagino lo que estará pensando el señor Perrault, a quien no se le ocurriría nunca más hacer un nuevo proyecto en Tenerife; bastante ha tenido con el de Las Teresitas y el de la Plaza de España. Eso de los pelotazos, la Junta de Compensación, los solares de Las Huertas, el cementerio y el campo de fútbol, etc., le debe sonar a chino, pues le será imposible comprender cómo un pueblo puede llegar a comportarse de manera tan absurda contra sus intereses. Y lo más lamentable: dejándose llevar por el criterio de quienes reiteradamente han demostrado que continúan siendo partidarios del no a todo, imaginando que detrás de cada proyecto, de cada obra, hay intereses creados, muchas ganas de favorecer a amigos que, en el futuro, nos agradecerán los favores concedidos.

¡Qué pena que todo se nos vaya al...! El miedo a ser imputado por prevaricación, cohecho y tantas cosas más tiene a las administraciones atadas de pies y manos. Nadie se atreve a mover un papel, apoyar una idea o impulsar un proyecto. Por eso las palabras del señor Bermúdez serán un nuevo brindis al sol: las hemos oído pero nadie las cree. Protestarán los de los kioscos, los de las hamacas, los de la cofradía, los parientes de los enterrados en el cementerio, etc. Compréndalo, señor Bermúdez. Si usted, siendo de Valleseco, no ha podido sacar adelante la anhelada playa de su barrio, ¿cómo pretende que la gente crea sus promesas sobre Las Teresitas? Y me apresuro a decirle que, como técnico, el proyecto me parece magnífico -¡¡incluso es posible que se aproveche, al menos, la cimentación del aparcamiento que, incomprensiblemente, se va a derruir!!-. Pero la gente está quemada, habla de la incompetencia de los políticos -insisto, ¿qué tiene que ver el señor L.A. en esta batalla?-, subraya los puntos de vista tan distintos que el asunto suscita..., por lo que opta por seguir como está, sin alzar más la voz. Mientras tenga donde dejar el coche, un lugar donde bañarse y un kiosco para tomarse una cerveza, se considerará feliz.

Para terminar, señor Bermúdez, me atrevo a sugerirle una idea. Sea valiente -que lo es-, convoque una conferencia en un lugar donde pueda acudir la mayor cantidad de gente posible, rodéese del equipo de técnicos y juristas que más confianza le ofrezca, y sométase a un diálogo con su "gente" para aclarar de una puñetera vez todo el asunto. Sé, estoy seguro, que saldrá fortalecido del encuentro.