Su amistad con Canarias es de largo recorrido. Empezó el día que lo raparon al uno y le entregaron un petate en Infantería 50 y sigue activa no solo gracias a los compromisos laborales como el que tiene firmado para el próximo 24 de septiembre en el Auditorio Teobaldo Power de La Orotava ("De Cañas con..."), sino a una afición que nada tiene que ver con la atracción que siente por la cerveza. "A Tenerife voy bastante, no solo a beber y a pasar un buen rato con el público. También voy de vez en cuando a hacer un poco de parapente", asegura el actor y humorista madrileño en el arranque de una entrevista en la que inevitablemente siempre acaban apareciendo un par de cañas. "He probado muchas, incluidas las canarias... En las Islas tienen un buen producto", precisa.

¿Con qué propósito vuelve -en el año 2010 apadrinó el Festival de Cortos- a La Orotava?

Esto es algo más obsceno, pero qué le vamos a hacer... A mí los canarios siempre me trataron de "puta madre", aunque la última vez que estuve por allí fue para hacer un poco de parapente en los alrededores de El Teide.

Entonces conoce bien los rincones de la Isla, ¿no?

Sí... Alguno queda por descubrir, pero conozco bien la Isla. Son muchos años viajando a una tierra en la que nunca tuve la sensación de ser un extraño.

Venir a Canarias supone tener que afrontar el monólogo desde otro punto de vista. ¿Usted es de los que se adapta al público?

Si le contesto que sí quedo como un mentiroso. ¡No le voy a engañar, joder! Nunca planifico uno de mis espectáculos en función del público que me encuentro en un teatro. Eso sí, mi propósito jamás ha sido ofender a nadie.

¿Hacer humor en un país con tantas dudas políticas, sociales, económicas... se ha convertido en un oficio de alto riesgo?

El país está que arde, pero con todo lo malo que está ocurriendo ahí fuera mi percepción es que la gente tiene la necesidad de seguir buscando motivos para reír.

¿Qué busca en el momento de pensar y escribir un monólogo?

Mi apuesta es por un sentido del humor universal que huya de los localismos. Yo me meto con los políticos porque es inevitable, pero tampoco les dedico mucho tiempo. Soy un monologuista al que le gusta reflejar la esencia de la realidad, es decir, que no me agradan los monólogos que solo son culo, pedo, cada y pis... ¿Me comprende? Mi fórmula, si es que existe, consiste en mirar a la realidad y exagerarla en clave de humor.

¿No cree que alrededor de este género se está produciendo una saturación?

Esto ha cambiado mucho... Yo salía en el programa piloto del "Club de la Comedia" y la verdad es que esto se ha desmadrado un poco. Hay mucha gente alrededor de este gran circo, pero créame cuando le cuento que es verdaderamente difícil hacer monólogo bien. A veces veo cosas patéticas que no merecen pisar un escenario porque son un fraude, pero también hay proyectos que funcionan y me hacen disfrutar.

Dicen que la experiencia es un grado, pero ese instante en el que las luces se apagan y aguarda las primeras risas de los espectadores debe ser terrible. ¿Intimida?

Esa sensación de miedo siempre está... El día que no la sienta será una señal de falta de respeto al público que acude a verme a un teatro. Espero no experimentar esa indiferencia, pero si llega me iré para no volver.

¿Pero usted lleva más de cuatro décadas en los escenarios y sigue sumando?

¡No me llame de usted, macho; llámame Enrique! Ese miedo del que hablaba antes va en aumento conforme se incrementa el sentido crítico. Hacer reír es una responsabilidad.

¿El cine es una etapa superada para Enrique San Francisco?

Superada no, pero las últimas dos o tres cosas que me ofrecieron eran espantosas... Me apetece volver al cine, pero con una película que tenga un buen guion.

¿Cuáles son las impresiones que le transmite la escena humorística nacional?

Hay bastante vulgaridad y poco humor inteligente, que es el que a mí me gusta.

¿Se echa en falta a Gila?

Esos huecos son irremplazables. A los maestros siempre se les echa de menos. ¡Gila es único!

¿Habrá cerveza en La Orotava? Por supuesto. Eso no lo ponga en duda; soy un catador experto. A estas alturas tomar una cerveza más o menos no va a dañar la imagen que tienen de mí.

CRONOLOGÍA

1965 Su estreno como actor data de ese año. Enrique San Francisco participa en "Santi, botones de hotel".

1968 El Festival Internacional de Cine de Gijón lo premia por su papel en la película "El aprendiz de clown", un proyecto en el que trabajó junto a Charlie Rivel.

1979 El Ministerio de Cultura reconoce su trayectoria y le concede un galardón al mejor actor español. Un año más tarde participa en el rodaje de "Navajeros".

1989 Primera nominación al Goya por su papel en "El baile del pato", comedia dirigida por Manuel Iborra.

1992 Segunda nominación al Goya por su intervención en "Orquesta Club Virginia". Tampoco gana el busto.

Vea aquí "Así nos va, que evolucionamos del mono solo tiene dos tetas", de Enrique San Francisco.