Invitado por Rotary Internacional con ocasión de las Jornadas por la Paz programadas en el marco de la Universidad de Verano ULPGC de Maspalomas, tuve ocasión de impartir una conferencia que, tal y como me propusieron los organizadores, se centró en contar mi experiencia en cooperación internacional desde la óptica de un directivo de la banca.

Al empezar la tarea de preparar la intervención, una de las primeras cosas que hice para ponerme en situación fue refrescar algunas fotos que tenía de mis estancias en Mozambique y en Mauritania. En estos lugares fue donde realicé mi labor de cooperación internacional participando con el propio Rotary Internacional y también en uno de los programas que desarrolla la Obra Social "la Caixa". En contacto con mis fotos, me sorprendió la rapidez con la que empecé a revivir momentos y sensaciones que, después de tantos años, reconozco me significaron mucha tranquilidad y emoción. Sin duda, era un buen comienzo para ponerme a trabajar en la estructura de una conferencia que, teniendo en cuenta que iba dirigida a jóvenes entre 17 y 27 años procedentes de catorce países, la exposición había que plantearla desde una perspectiva muy visual, fresca y también didáctica.

Dividir la exposición en tres partes fue una buena decisión. Situar a los asistentes en la realidad del continente africano iba a consistir mi primer objetivo. Mi experiencia personal como cooperante ocuparía la segunda parte de la exposición. Entendí que esta parte tenía que ser muy breve: con los años se agudiza el sentido del ridículo y lo que te pareció relevante en un determinado momento de tu vida, con el tiempo te das cuenta de que sólo fue un guiño comparado con lo que miles de personas hacen cada día por millones de seres humanos. Por último, y buscando un final a la historia, me empeñé en intentar crear un tiempo para la reflexión, un momento que propiciara la generación de inquietudes en los jóvenes asistentes, ya fuera en la manera de cómo perciben la realidad del planeta en el que viven, en la manera de entender esa realidad, o en la manera de representarse como ser humano ante ella.

En la primera parte de la exposición, y poniendo el foco en el continente africano, se puso de relieve cómo la suerte o el destino que nos hizo nacer en un determinado lugar de este planeta, representa posiblemente el factor más importante o de los más determinantes del devenir de nuestras vidas. Ese factor es el que nos diferencia de millones de seres humanos que viven en amplias zonas de nuestro planeta en el que coexisten numerosos conflictos bélicos, además de otras muchas circunstancias que dan idea de la existencia inhumana que les ha tocado vivir. Bastaron cuatro o cinco "slides" proyectadas en el auditorio para resituar a los asistentes frente a este contraste de realidades: la más próxima que se produce en cada una de sus casas o en cada uno de sus barrios, frente a otra realidad mucho más dura que les toca vivir a millones de seres humanos como nosotros por el solo hecho de haber nacido en otro lugar diferente al nuestro.

Como bien decía Orwell: "Lo importante no es mantenerse vivo; lo verdaderamente importante es mantenerse humano". En este sentido, mi experiencia como cooperante hace algunos años fue la de intentar ayudar a personas, anónimas la gran mayoría de ellas, que tenían y tienen en su mano encontrar la solución de uno de los grandes problemas de salud del continente africano y del planeta: la vacuna de la malaria. Como experiencia profesional fue algo inolvidable y como experiencia de desarrollo personal tuvo un alcance sin límites. Modos de vida como expatriado y maneras de entender los momentos que te llevan a cuestionar el orden de algunos de tus valores y donde además, y casi sin darte cuenta, emprendes un aprendizaje y un entrenamiento en habilidades y competencias que, con el tiempo, me he dado cuenta que constituyeron la base de mi modelo de gestión en la dirección de equipos de personas.

Para estos jóvenes que iniciaban sus estudios de grado, y otros tantos que andaban enfrascados en la búsqueda de un desarrollo profesional, mi deliberada intención era demostrarles lo rentable que para el ser humano constituye la acción solidaria. En efecto, lo es para tu propio desarrollo como persona, interiorizando por una parte valores tan básicos y tan determinantes como el del respeto, la generosidad o el valor del compromiso, y a la vez, haciendo todo eso compatible con el desarrollo de una serie de habilidades inherentes al buen directivo, como son la resolución de problemas, el pensamiento crítico o la creatividad. Curiosamente, son estas tres competencias las más destacadas en un estudio reciente de Telefónica referido a las competencias que deberá tener el directivo del 2020.

AED Canarias aed@asociaciondedirectivos.org