La espectacular amalgama de colores y la armonía del vuelo del loro orejiamarillo conjugan a la perfección con la belleza natural del paisaje andino. Aunque más de 8.000 kilómetros separan a Canarias de Colombia, este ave de hábitos gregarios tiene un nexo vital con el Archipiélago: la labor de conservación de Loro Parque Fundación (LPF) para mantener su especie.

La participación de la Fundación en el proyecto para salvar al loro orejiamarillo, junto con la Fundación ProAves de Colombia, ha sido fundamental para conseguir que hoy la población silvestre de estas aves se multiplique y haya alcanzado cifras récord.

La historia que ha marcado su supervivencia comenzó a mediados de 1990, cuando Loro Parque Fundación apoyó la protección en Ecuador de los 20 últimos ejemplares. En 1998 habían desaparecido y se temía que la especie estaba completamente extinguida. Sin embargo, en el mismo año comenzó el proyecto "Ognorhynchus" con el objetivo de garantizar la supervivencia de la especie y su hábitat en los Andes colombianos.

Tras un año de búsqueda, se encontró una población de 81 individuos en los Andes centrales, en la comunidad de Roncesvalles, mientras que en enero de 2001 apareció una segunda población de 63 individuos en estribaciones de los Andes occidentales, en Jardín, departamento de Antioquía. Durante los años transcurridos desde el inicio de la colaboración, Loro Parque Fundación ha sido el artífice principal de una iniciativa que puede convertirse en la más exitosa de América del Sur.

En este sentido, con los resultados de 2015 ya disponibles, se extrae que en los dormideros principales de la zona de Jardín se contó un máximo de 4.251 individuos en abril y 1.096 individuos en otro dormidero en mayo, mientras que en Roncesvalles se registraron un total de 949 ejemplares. No obstante, teniendo en cuenta algunos posibles desplazamientos de los loros, el resultado confirma el optimismo: la población es más grande que nunca y continúa creciendo de forma considerable.

Tal ha sido la tasa de recuperación, que en 2010 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) redujo la categoría de amenaza del loro orejiamarillo de "en peligro crítico" a "en peligro".

El encantador animal tiene una estrecha relación con las palmas de cera, el también amenazado árbol nacional de Colombia del cual se alimenta y donde usualmente duerme y anida. Los años de investigación en el uso del hábitat, la dieta, la distribución y el comportamiento reproductivo han proporcionado una base sólida sobre las amenazas del loro y la palma de cera, permitiendo así un plan de acción global de conservación.

Por ejemplo, la restauración del hábitat y la reforestación ha superado los 360.000 árboles y palmas de cera plantadas a través de 920 hectáreas y ha alcanzado la designación oficial de 5.000 hectáreas de bosque, en 25 granjas privadas, como reservas naturales, manteniendo los 16 kilómetros de vallas construidas para proteger del pastoreo de ganado los fragmentos de bosque y palmas de cera jóvenes. El proyecto creó la Reserva Natural de las Aves Loro Orejiamarillo, con unas dimensiones de 188 hectáreas, en las que solo en 2015 se cultivaron 1.045 plantas de semillero adicionales de cinco especies importantes para los loros.

A manera de incentivo económico para que los propietarios mantengan los bosques en sus terrenos, el proyecto ha sido capaz de establecer acuerdos de servicios ambientales con los municipios, por los que el pago del agua de los usuarios en la parte inferior de una cuenca facilita la protección de los bosques en la parte superior.

Uno de los aspectos más importantes desde el punto de vista de la sensibilización y la conservación, es que cada año el proyecto llega a más de 40 escuelas rurales con talleres de educación medioambiental y ahora puede presumir de 3.000 estudiantes que participan en los grupos "Amigos de las aves" y "Amigables con las aves".