El economista norteamericano Julián Simón, el "cazador de pesimistas", se pondría las botas ahora mismo en esta España en la que todos nos ahogamos en el vaso medio vacío. No podrá, porque la palmó de un infarto en 1998 después de convertirse en una voz de esperanza frente a los catastrofistas. "Cada tendencia de bienestar humano -expectativa de vida, mortalidad infantil, ingreso per cápita en la India, el número de coches por persona en China, la disponibilidad y calidad de agua y vivienda, el monto de tiempo ocioso que disfrutamos- está mejorando, no empeorando", dejó escrito en su libro "El recurso fundamental". Para Simón el ser humano es capaz de superar las limitaciones con su maravillosa capacidad creativa: los transgénicos acabarán con el hambre, los avances en clonación evitarán la desaparición de especies amenazadas, la ciencia encontrará la cura para las nuevas enfermedades... Cada vez que alguien entonaba una visión fúnebre del futuro, a la vista de las siempre abundantes malas noticias, Simón anteponía las tozudas cifras que demuestran que el presente es bastante mejor que el pasado. Los datos eran su mejor argumento discursivo y el elemento con el que combatía objetivamente el lógico pesimismo de quienes opinan en caliente de las muchas barbaridades que causa el ser humano.

Nos haría falta alguien así en nuestro país de hoy, donde todo parece una noche sin estrellas. Hace unos pocos días volvimos a conocer los datos de que un 28% de las familias de las islas se encuentran en riesgo de pobreza, diez puntos por encima de la media española. Y hay quienes manejan este dato como una indignada bandera para demostrar el fracaso de esta sociedad y sus políticas "neoliberales". Utilizan estos datos como un ariete para justificar que los ricos no pagan suficientes impuestos, que se recortan los servicios públicos y se desarma el estado de bienestar.

Lo que no dicen es que este modelo de sociedad ha conseguido una educación y una sanidad pública para todos los ciudadanos. Que tiene un potente sistema de ayudas a los estudios, de subsidios y pensiones, de gasto social dirigido a los más débiles. Que hemos logrado crear un país moderno, mejor y más justo que el que vivieron nuestros abuelos.

Quienes más critican los evidentes fallos de nuestro modo de vida -aún deficiente en tantas y tantas cosas- defienden un modelo fracasado de sociedad supuestamente igualitaria que terminó enterrado en el fracaso. Un modelo basado en el Estado, en vez del mercado. Un sistema donde todo es público, donde la libertad individual está supeditada a lo que los dirigentes consideran el interés general, que inexorablemente acaba siendo el suyo. Donde una vez exterminada toda riqueza, la verdadera abundancia se garantiza perteneciendo al aparato dirigente que controla la burocracia. Es la vuelta de un comunismo zombi que intenta salir de la tumba de la historia a lomos de los defectos de la misma socialdemocracia europea que ha dado décadas de prosperidad y sociedades más igualitarias.

Los ciudadanos de Canarias trabajamos casi medio año para poder pagar todos los impuestos que se nos cobran. Medio año de sueldos son para el Estado. ¿Les parece poco? Si queremos aumentar los servicios, sólo quedan dos opciones: o los que prestan esos servicios públicos cobran menos o los que los pagamos tenemos que aportar más. No hay más alternativas. Es cierto que apretando las tuercas fiscales se pueden conseguir más ingresos de las grandes empresas y de las grandes fortunas. Pero no se engañen. Sobre lo que ya pagan, el aumento será poco relevante y desde luego no vale para sostener la mejora de todos los servicios públicos de nuestro país.

Para acabar con los indicadores de pobreza necesitamos mejores salarios, más empresas, más empleo, más comercio y más beneficios. Y como diría Simón, sólo es cuestión de tiempo para que podamos hacerlo. Porque la gente tiene el talento y la capacidad para lograr hacer las cosas cada vez mejor. Se trata de que puedan hacerlo a pesar de tanto cantamañanas con poder, tanto enchufado inservible y tanta demagogia pesimista y populista. Y aún así seguramente podrán.