Hace ahora diecisiete años cuando inaugurábamos un nuevo capítulo de nuestra maestría sobre "Calidad Turística-Ambiental Sostenible y Promoción de la Paz", junto con la Universidad para la Paz, de las Naciones Unidas, en la Villa de La Orotava, Tenerife, Islas Canarias. Nos volvimos nuevamente a introducir seriamente en las profundidades de la irenología, ciencia que, como se sabe, estudia todo lo referente al cultivo de la cultura para la paz.

La muy compleja crisis que atravesamos con relación al incremento constante de la violencia hacen oportunas estas meditaciones basadas fundamentalmente en nuestro entorno, y que hemos llevado a confrontar con el programa que la Universidad para la Paz elaboró en el año 1992 para ser aplicado en Centroamérica.

En un rápido análisis de este entorno que apuntamos, resalta de una manera clara y precisa la pérdida absoluta de la vergüenza. Nadie se avergüenza ya de nada de lo malo que ha hecho. Bastaría con leer los periódicos diarios, oír la radio o ver las televisoras para tener las más irrefutables pruebas de lo que decimos. Se provocan los más irreparables daños, sin que nadie se avergüence de ser su responsable. En la vida política, empresarial, social, en el trabajo, en la familia... Dentro y fuera de las casas... En todos los lugares aparece la mentira, la burla y el desprecio, ante lo que eran valores humanos ancestrales. Se ha perdido la vergüenza.

"La sociedad experimenta la transición de la etapa más aguda del conflicto hacia la búsqueda de un periodo de paz, estabilidad y desarrollo. Sin embargo, el camino iniciado no asegura, necesariamente, el arribo a condiciones de bienestar y prosperidad para las mayorías".

"El problema es de carácter integral con implicaciones económicas, políticas, sociales y culturales. En el ámbito cultural, uno de los mayores obstáculos con que se enfrenta es la prevalencia histórica de una cultura de violencia...".

En un proceso para implantar la cultura de paz, en su más amplio espectro, en estos principios del siglo XXI, se nos ofrece la posibilidad histórica e institucional de desarrollar una cultura democrática, basada en los hechos conocidos y en la constante de la violencia que estamos padeciendo, ya sea la física o la sicológica, esta última con grandes y profundas repercusiones en la vida política, y en la social, uno de los principales motivos de la mal llamada "violencia doméstica", impulsada por esa pérdida de la vergüenza, algo que en tiempos pasados era el blasón de la propia humanidad.

Con base a estos principios, la Universidad para la Paz -institución educativa internacional, creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la Resolución 135/55 del 5 de Diciembre de 1980 - desarrolló en 1992, el Programa de Promoción de los Derechos Humanos y Educación para la Paz en Centroamérica.

Los fundamentos académicos en que se sustentó el programa fueron el trabajo global de la Universidad para la Paz, con el desarrollo de su programa Modelo Integral de Educación para la Paz en el marco de los Derechos Humanos.

"El modelo parte del supuesto fundamental de que el ser humano es tanto sujeto de derechos como de deberes. No existe ningún derecho que no se acompañe de un deber, aunque sea el elemental de respetar la ley que lo crea. Se entiende como responsabilidad la conciencia que debe tener el actor social sobre la relación entre derechos y deberes, y el compromiso por actuar en términos de equidad, en relación con los derechos y deberes de sus semejantes. Visto desde esta perspectiva, la promoción de los derechos humanos exige tener siempre un doble aspecto: los derechos como expresiones de valores a ser alcanzados mediante consensos y pactos sociales, y los derechos en la vida real, como marco de interpretación del disfrute efectivo de estos valores. La educación para la paz es, dentro de esta perspectiva, esencialmente una educación para la responsabilidad humana".

Está claro entonces que no se le puede pedir esta responsabilidad a quienes carecen del conocimiento y la ética necesaria para ajustar a la vida real las consecuencias de sus actos.

En una sociedad martirizada como la que nos está tocando vivir, se hace muy difícil trabajar con estos conceptos y principios al frente, encontrándonos diariamente con situaciones increíbles en tiempos pasados, producto de la degeneración en la que se ha entrado y donde personas, carentes de una adecuada y elemental preparación para asumir el proceso, confunden los términos produciéndose el descalabro al que estamos asistiendo todos los días en todos los órdenes de nuestras actuales vivencias.

La pérdida de valores humanos tales como la honestidad o la vergüenza parece llevarnos a un precipicio en el que día a día, vemos caer irremisiblemente las más ambiciosas y honestas ilusiones, ante la burla, el desprecio y el escepticismo de quienes en realidad tiene la obligación de preservar los auténticos valores morales y espirituales de la humanidad.

Uniendo estas consideraciones a nuestros estudios e investigaciones sobre la calidad turística-ambiental, vamos a terminar este artículo de opinión copiando literalmente otro párrafo del trabajo de la Universidad para la Paz: "Del respeto al derecho del medio ambiente dependen el derecho a la salud, el derecho a un bien adecuado de vida, el derecho a la educación, a la igualdad, a la no discriminación, a la cultura, a la dignidad, al desarrollo armonioso de la personalidad, el derecho a la seguridad personal y de la familia... el derecho a la paz, el derecho al desarrollo...".

¿Se podrá llegar a conseguir respetar todo esto habiendo perdido nuestros verdaderos valores espirituales?

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo, OMT, de las Naciones Unidas, ONU