Este fin de semana, Mariano Rajoy ha terminado reconociendo que no tiene la mayoría suficiente para sacar adelante la investidura. No es un descubrimiento comparable al del bosón de Higgs. Ni siquiera al de América. Es un modesto homenaje a las matemáticas elementales. Con 170 diputados no se puede salir adelante en una votación que exige 176. Como eso ya lo sabía el señor Rajoy, que es registrador de la propiedad y sabe de números, es obvio que lo que ha fallado de la suma son los sumandos. Y una de las confesiones más tiernas que ha hecho es que Pedro Sánchez no se le pone al teléfono. Que lo ha llamado tres veces y nada de nada.

El candidato tiene un problema de orientación espacial. Los votos que necesita para salir elegido presidente están más hacia el norte. En los nacionalistas vascos, por ejemplo. Pero no los va a encontrar en un pacto de estado con los socialistas. Porque bastante descuajeringado está el socialismo español como para terminar de liquidarlo con cualquier tipo de acuerdo que suponga poner al señor Rajoy en la Presidencia.

Pedro Sánchez está esperando el fracaso de Rajoy para probar suerte por segunda vez. Aunque resulte difícil de creer parece dispuesto a intentarlo de nuevo. Después de que fracase el intento de formar un Gobierno hacia el centro derecha él intentará formarlo hacia la izquierda. Y en ese sentido van los dulces mensajes de Podemos al PSOE diciéndole que se mantengan firmes en su "no" a Rajoy para que se abra "una segunda oportunidad" de un pacto de cambio. La clave está en esa segunda oportunidad. Pedro Sánchez cree que puede lograr esta vez lo que no consiguió en diciembre: el apoyo de Podemos y sus convergencias para llevarle a la presidencia. Eso demuestra que es más cándido que Rajoy.

Quienes dicen que existe una mayoría para un gobierno de izquierda no se enteran. No es verdad. Ni Convergencia Democrática de Catalunya ni el PNV son de izquierdas. Son de derechas, pero independentistas. Y ahí es donde está la madre de todos los corderos. Contar con la muchachada de Mas y Puigdemont en Cataluña es posible porque a las derechas e izquierdas, a las CUP, a ERC y a Convergencia, les une el interés superior, histórico e histérico de la secesión de Cataluña y su proceso de independencia de las garras del Estado español. Ese es el pegamento del pacto catalán.

El PSOE y Podemos no suman una mayoría de izquierda. Ni siquiera con el voto de los partidos independentistas de la izquierda, como Bildu, las Mareas, Compromís o En Comú Podems. Para poder llegar a esa mayoría necesita los votos del bloque independentista conservador. Necesita los votos vascos del PNV y catalanes de Convergencia. No estaríamos entonces ante un pacto de izquierdas, sino un pacto de las izquierdas con el bloque político separatista. O sea, que Sánchez espera sumar peras y manzanas. Pero algunas de las manzanas están podridas.