Patio de vecinos. No es tan grave. Una contingencia de la vida pública, consecuencia de cómo somos los españoles, nos guste o no. Porque la sociedad española es como es; no va con nosotros cenar a las seis de la tarde ni "vendernos" al adversario por un fin superior para el interés general. Votaremos otra vez, puede que incluso a los mismos aspirantes, y saldrá algo parecido pero con matices, y así, una y otra vez, hasta que sumen 176 escaños partidos de ideología afín cuyos intereses coincidan. Seamos realistas. No son los políticos ni son las leyes, la esfera política no es un ecosistema aislado, sino reflejo de la calle (piense en las reuniones de su comunidad de vecinos). Y para quienes se escandalizan por el despilfarro de la nueva cita electoral, ¿qué son 200 millones, cinco eurillos por barba, para mantener la paz del reino? Calderilla, el precio que hay que pagar; lo de Venezuela, eso sí que sale caro.

Fracaso. Habrá elecciones de nuevo, con independencia del resultado de ayer noche (para este oráculo, al escribir esta columna, todavía no hay resultado de la investidura). Elecciones en unos meses, rapidito, aunque Mariano amanezca hoy como nuevo presidente. Elecciones porque no hay tradición parlamentaria que permita un debate sano sobre cada una de las cuestiones que una cámara legislativa debe decidir previa adopción de acuerdos. Que no son tantas, por cierto. Una cámara inoperante para sacar adelante iniciativa alguna no es viable. Bastará la primera ley que se someta a trámite, da igual cuál: mucha mucha demagogia, discurso vacuo para la hinchada, acusaciones sobre cuán demócratas son unos y otros, y nada más. Legislatura fracasada, barajamos, repartimos cartas y a jugar otra mano.

Reto mediático. Veremos qué pasa con los partidos y sus líderes. Veremos qué hacen los aparatos y la militancia, si habrá movimientos internos para designar nuevos candidatos o si repiten los mismos. Algo de salsa tendrán que poner para conseguir el interés de los votantes, aunque solo sea por atender la recomendación de los expertos del marketing: caras nuevas, más guapos, más interesantes, con un pasado turbio que destripar en los programas del corazón, no sé, con alguna característica especial que permita suscitar expectación, la chufla o el morbo. Porque no creo que nadie se atreva a hablar de política en esta nueva campaña ni de programa ni de propuestas de regeneración democrática. Vaya reto de comunicación, igual que tratar de vender profilácticos sin enseñar el objeto ni explicar el fin para el que están diseñados, igual que promocionar una intervención para eliminar la miopía sin mencionar el quirófano, centrado el mensaje en el resultado: una apasionante vida sin gafas.

El sistema. Lo importante la vida nos lo enseña con crueldad. En Navidad lo importante no serán las elecciones, en su caso. En Navidad estaremos pendientes de la familia, de los que están y de los que ya no están, de los niños y sus regalos, de las cenas de compromiso, de la tradición de juntarnos todos, brindar y discutir, aunque este año no será de política. Que haya Gobierno no es tan importante mientras se respeten las reglas básicas y haya personas que velen por el sistema, que las hay. La política no es tan importante, tanta insistencia y tanta promesa de hecatombe para poner las cosas en su sitio. Preocupados debemos estar por la conducta insolidaria de nuestros compatriotas, esa gente que prefiere un subsidio a un trabajo y todas esas cosas, comportamientos del ámbito personal.

Septiembre. La Unión Deportiva, líder provisional de la primera división, y la vuelta al cole. Septiembre empieza duro, muy duro.

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