En singular, dirigido a ti sin identificar, pero sabiendo que me refiero a cada uno en particular de los miles de empresarios y empresarias que todos los días en Canarias trabajan sin descanso para sacar adelante su empresa, crear y mantener puestos de trabajo, ejerciendo como agentes sociales para procurar el bienestar de todos. La mayoría del tejido empresarial lo conforman pequeñas y medianas empresas que cumplen una función primordial para el crecimiento económico y para la creación de puestos de trabajo. Concretamente en la industria de la construcción la actividad está dominada por las pymes con una gran cantidad de microempresas y autónomos, el 97% tienen menos de 20 trabajadores y el 93% menos de 10. Construcción, empresario, empresa y empleo son sinónimos.

La empresa es sobre todo la conformación de un equipo humano y ahí radica su valor primordial, por encima de los intereses, ganancias y otras variables economicistas. El empresario que en un momento determinado empieza su actividad, sabe que la base estructural del éxito de su apuesta de negocio está en fundar un grupo de personas, preparadas humana, técnica y profesionalmente, para desarrollar una actividad que va a tener una incidencia positiva y decisiva en el desarrollo y calidad de vida de un territorio determinado. Es verdad que como en cualquier actividad, hay personas buenas, honradas y trabajadoras, pero también pululan los oportunistas, intrusos, advenedizos y los que se instalan en la economía sumergida, que hacen mucho daño no sólo desde un punto de vista económico-social, sino también, y sobre todo, de desprestigio de una ocupación tan digna como la que más. Ser empresario es toda una aventura vital difícil y arriesgada de la que hay que sentirse orgulloso.

En la cultura anglosajona existe una valoración significativa del emprendedor, porque se estima la iniciativa privada como conformadora de la riqueza social. En nuestra cultura latina generalmente se denigra la actividad empresarial, porque se aprecia como mayor seguridad el trabajo funcionarial. Pero la realidad empírica demuestra que hay un agente irreemplazable en cualquier sociedad para su dinamización, ese es el empresario, que posibilita la ocupación laboral imprescindible para la dignificación de la persona.

"Donde hay una empresa de éxito alguien tomó alguna vez una decisión valiente". Esto lo dijo certeramente Peter Ferdinand Druker, padre del Management. Y es precisamente la característica a destacar del empresario, su coraje, valor y osadía. Por eso, los inmovilistas y mediocres critican la figura empresarial, porque no están acostumbrados al riesgo que conlleva implícito el esfuerzo.

No se nace empresario sino que se hace y por la competitividad de nuestra sociedad y complejidad del sistema económico se exige mucha formación académica, capacitación técnica y valor profesional. Pero no se puede olvidar que el desarrollo humano incide en la eficiencia empresarial. Ramón Areces fundador del Corte Inglés manifestaba: «Si algún día alguien se entretuviera en analizar mi pequeña historia, me daría por satisfecho si, al lado de la relación de mis defectos y de mis yerros, figurara una anotación que dijera: Sin embargo, no vaciló en apostar por el talento. El factor humano es lo que nos diferencia de la competencia». Ahí está la clave, en incorporar la centralidad humana en las relaciones económicas. La responsabilidad, la laboriosidad, la honestidad, la lealtad y el afán de superación es ser buena persona, que es la garantía para ser necesariamente un buen empresario.

*Presidente de Fepeco