Aunque no está exento de riesgos, suele ser un trabajo "tranquilo". Así define Juan Gallardo, uno de los integrantes del equipo de canaleros de Emmasa, su labor en las galerías, pozos y canales que posee la empresa mixta de aguas de Santa Cruz de Tenerife.

Con catorce años de experiencia, Gallardo reconoce que los tiempos han cambiado, y que ahora la seguridad prima en su tarea diaria en las instalaciones que Emmasa tiene distribuidas por todo el municipio, pero, sobre todo, en el Macizo de Anaga. EL DÍA lo acompañó el pasado jueves en una visita rutinaria a la galería de Catalanes y al pozo Lara. Un resumen de lo que suele hacer un día de trabajo en el que no se producen incidencias.

Horadada en 1899, la de Catalanes es una galería convencional que tiene 1.725 metros de longitud, sin contar con los ramales (10) y subramales (7) que hay en su interior. "Hay que conocerla bien", detalla Gallardo.

Es una construcción, en cualquier caso, peculiar, pues tiene entrada y salida, al contrario que otras. Se inició por la zona de Catalanes y se culminó en el caserío de Roque Negro.

Salvo incidencias mayores, Gallardo, u otro canalero, se encarga de supervisar con frecuencia los candados que impiden acceder a ella -el Gobierno de Canarias ordenó cerrarlas hace un tiempo- y una vez al año penetran en ella, junto a un ingeniero de minas, para revisarla. Este jueves todo estaba en orden.

La de Catalanes es una de las once construcciones de este tipo que Emmasa tiene en propiedad. De esta en concreto se extraen 24 m3/h o 50 pph (pipas hora), lo que le reportó en 2015, junto con los pozos que también son propios, casi dos millones de metros cúbicos de agua. En términos porcentuales, el 15% del volumen que se factura a los clientes.

El resto de los recursos "propios" proviene de la desaladora, alcanzando el conjunto de recursos propios, en 2015, el 50% de la producción total. Desde 2004 ha aumentado un 20%.

El otro punto de la visita, dentro de la labor de este canalero, tuvo como destino el pozo Lara, en la parte alta del barrio de La Alegría. Con una profundidad que ronda los 90-100 metros, es otra instalación que requiere "experiencia" y "cuidado", advierte Gallardo. Cuando hay que descender a él, para comprobar su estado o reparar averías, este canalero, o un compañero, lo hacen en un cesto metálico, provistos de arnés.

Construido en los años 60, del pozo Lara se extraen 45 m3/h o 93 pipas a la hora que abastecen, junto con otras fuentes, al centro de Santa Cruz. Este caudal se incorpora a los depósitos de Cueva Roja y Fumero -unas 47.000 personas-. Esta es una de las instalaciones que están incorporadas al telecontrol de Emmasa.

Claro que falta una parte esencial del trabajo de Juan Gallardo, precisamente la que le da nombre a su profesión: la revisión de canales. Lo sigue haciendo a pie, cuando toca, por valles y barrancos de Santa Cruz.

Eso sí, lo hace con unas medidas de seguridad que no existían antes y que hacían de este trabajo algo más peligroso.

En la mayoría de los casos, los canales a revisar están provistos, en los tramos con más riesgo, de las conocidas como "líneas de vida", cables de acero a los que asirse para atravesar con seguridad. Y en aquellos en los que los expertos consideran que no se puede acceder, se contratan los servicios de una empresa especializada.

Atrás quedan los tiempos de aquellos profesionales que usaban la luz de un carburo para caminar por dentro de galerías y túneles -algunos la prefieren todavía- o que se amarraban con una cuerda para evitar caídas. Ahora, la luz suele ser eléctrica y los medios para agarrarse a la vida, mucho más sofisticados. Pero canaleros, al fin.