El presidente Clavijo insistió ayer en la necesidad de una profunda reflexión sobre las listas de espera, y para impulsar esa reflexión, Clavijo recordó públicamente (por tercera vez) que a pesar de que este ejercicio de 2016 se ha metido más dinero en los hospitales, las listas de espera han crecido. La ecuación es alarmante, y significa un cuestionamiento importante del modelo de Sanidad pública que hoy se come casi el cuarenta por ciento del presupuesto regional. Pero es una ecuación falsa: no se ha metido ni de lejos más dinero del que se gastó el año pasado, cuando 1.938 millones fueron a mantener los hospitales públicos, contando los 12 millones que Rivero inyectó, para hacer frente a una desviación de casi 150 millones. Las previsiones para este año, que Sanidad cree excesivas, dicen que si no se corrige la situación, a 31 de diciembre se habrán gastado 1.958 millones, es decir, veinte más que el año pasado. ¿De dónde salen esos 150 millones de desviación que calcula Rosa Dávila? Pues salen de un crédito inicial de 1.816 millones, con 140 menos que lo gastado el año anterior. Es verdad que 88 millones de 2015 fueron a sanear deuda, pero este año también se ha hecho lo mismo. Los hospitales siempre se presupuestan por debajo de su coste estimado real, y luego se arregla. La consejera Roldós llegó a inyectar 400 millones al sistema en un solo año, y aquí nadie se inmutó.

Las cifras del gasto sanitario se mueven por los políticos como un trilero mueve sus cartas. Y lo que se dice sobre las listas de espera es un camelo aún mayor. Las listas crecen por muchos motivos, el más obvio porque no hay recursos para hacerlas disminuir, el más demostrable porque Morera añadió miles de pacientes ocultos, y el más silencioso, por el creciente envejecimiento de la población.

Pero esta bronca tiene otras explicaciones, sobre las que también hay que reflexionar: casi coincidiendo con las declaraciones del presidente, Juan Manuel Baltar, gerente de la compañía Hospital San Roque, aseguraba ayer que con 16 millones de euros mondos y lirondos la Sanidad privada podría dejar las listas de espera por debajo de los seis meses. Baltar reconoció además que se trata de una propuesta recurrente, reiterada a la administración canaria hace varias legislaturas, y trasladada también a esta, a la espera de que "la gente de Clavijo recoja el guante". Lo que no dijo Baltar es que la Sanidad privada de Canarias está endemoniada con el consejero Morera. Y no por haber planteado la renovación de los conciertos con la privada para adaptarlos a la legislación actual -una molestia necesaria para dejar de incumplir la ley-, sino porque Morera suprimió los acuerdos para derivar pacientes en espera a la privada. Canarias es -después de Cataluña- la región española que más recursos usa en conciertos, contratos y convenios con el sector privado, más del diez por ciento de su presupuesto sanitario total, pero los conciertos para tratamientos -hemodiálisis, terapias respiratorias- están muy tasados y ajustados. Las privadas conseguían mejores márgenes en los acuerdos para atender las listas de espera que Morera se cargó de un plumazo. Es razonable que anden echando humo.

Morera es -en términos políticos- lo que algunos podrían definir como un pardillo: empezó su gestión limpiando de trampas y ocultaciones el cálculo de las listas de espera, haciendo que aumentaran. Ningún consejero en su sano juicio habría hecho algo similar. Ni se habría atrevido a tocarles el beneficio a los empresarios.

Hace faltar reflexionar, sí. Sobre el modelo de salud pública que queremos y sobre el que podemos permitirnos, sobre la financiación, sobre el rol del negocio privado en el sistema, sobre la productividad y los salarios. Sobre las listas de espera, sobre las personas que esperan meses para saber si el bulto que tienen en el sobaco es un ganglio inflamado u otra cosa. Y también sobre los miles de enfermos sin techo, trabajo ni expediente que -en las noches de las islas- rondan a puñados por los servicios de urgencia, donde no se les atiende.