Los reveses del pacto de Gobierno en Canarias entre nacionalistas y socialistas empezaron siendo puros movimientos estratégicos. Tácticas de la política entendida como un juego de salón. La alianza de los socialistas con el líder de Nueva Canarias, Antonio Morales, que comenzó su andadura en el Cabildo de Gran Canaria abriendo hostilidades insularistas con Clavijo, fue inmediatamente respondida con los cañones del Palacio Insular en Tenerife. De ahí pasamos al movimiento de fichas en carreteras. Ornella Chacón se fue de visita al Sur de la isla, con el alcalde de Guía de Isora, Pedro Martín, para priorizar los tramos del anillo en clave socialista y Carlos Alonso asomó el mascarón de proa poniendo sobre la mesa el retraso en inversiones de carreteras que lleva nuestra isla con respecto a otras -léase Gran Canaria, nuestro viejo espejo- y pidiendo equilibrio.

De oca en oca, de conato en conato, llegamos a la crisis en el gasto sanitario. El presidente Clavijo se metió en el jardín de llamar al orden a los gerentes de centros hospitalarios porque se les estaba yendo la mano en el capítulo de gasto corriente; para entendernos, en sueldos. Y el consejero de Sanidad, Jesús Morera, se puso como escudo a los enfermos para criticar que le apretaran las tuercas en un servicio deficitario en el que se juega con la salud de los canarios. Eso después de un sonado enfrentamiento parlamentario en el tema de las leyes del suelo, donde los diputados díscolos del PSOE habían intentado dinamitar tanto el proyecto de simplificación legislativa del ordenamiento urbanístico regional como la adaptación de las normas turísticas a las islas llamadas verdes (como eufemismo de pobres), un asunto en el que los alcaldes socialistas o el presidente del Cabildo de La Palma, el socialista Anselmo Pestana, están más cerca de los nacionalistas que de los suyos propios.

En medio de esta carajera surge la moción de censura en Granadilla. Una iniciativa que, por mucho que se adjudique en solitario a los concejales de Coalición del Sur, se hace muy difícil de imaginar que se haya gestado sin la anuencia o el permiso del partido en Tenerife. El secretario general de CC, José Miguel Barragán, ha asegurado tajantemente que no habrá moción. Bien porque se retire, bien porque los concejales serán expulsados y no podrán votarla. Tamaña contundencia hace pensar en que se trata de un trabajo de Penélope, que desteje por las noches lo que teje por las tardes. Pero igual no es así.

Si Coalición reconduce la crisis de Granadilla, va a acreditar que es capaz de meter sus cabras díscolas en el corral (con perdón por la metáfora). Y eso va a dejar en evidencia a un Partido Socialista que se encuentra muy lejos de poder hacer lo mismo con sus diputados críticos echados al monte en la cámara legislativa. Y con su consejero de Sanidad, cabreado por el cierre presupuestario, que lo va a poner entre la espada del presupuesto y la pared del gasto sanitario.

Tal vez por eso el conato de incendio, si es rápidamente sofocado en Granadilla, adquiere un sentido ejemplar. Y estratégico.