Un acontecimiento trivial puede provocar cambios de extraordinaria importancia: nuestro mundo sería muy distinto si en la Primera Guerra Mundial, la bala que hirió al cabo prusiano Hitler en una pierna le hubiera alcanzado en la barriga, unos pocos centímetros más arriba. Las fronteras de Europa serían diferentes, probablemente el mundo soviético habría dejado de existir muchísimo antes, Israel no habría sido nunca creado y en Canarias no se venderían hoy -como dice el diputado José Déniz- "papas regadas con sangre palestina". Las pequeñas cosas pueden cambiar la línea de la historia hasta extremos insospechados.

Un asunto de importancia muy menor, los apuros económicos de la empresa familiar de un concejal de Granadilla, va a desembocar en una crisis política sin precedentes: después de varias visitas de Asier Antona al municipio, y algunos encuentros en la sede de la gaviota, el concejal en cuestión cambió su criterio inicial y aceptó suscribir con los de Coalición y el PP una moción de censura contra el alcalde González Cejas. Un alcalde imputado que tiene sus días contados ante la inminencia de la apertura de juicio oral, y que ya se había comprometido ante sus vecinos y ante su partido a retirarse en cuanto le llegara la comunicación del juzgado. Pero una cosa es irse en cumplimiento del Código Ético -una pequeña dignidad a la que aferrarte cuando ya eres un fiambre político- y otra que te echen como agua sucia los mismos que te denunciaron ante los tribunales. Pequeñas cosas, asuntos de menor enjundia, a veces relativos a lo más íntimo, pero que pueden cambiarlo todo.

Después de una tarde de reuniones a cara de perro en Presidencia del Gobierno, intentando cuadrar un acuerdo imposible, hoy se reúne la Ejecutiva de Coalición para salvar (o no) de la expulsión a los concejales de Granadilla. Si es que sí, y no se retira la censura, una sucesión de pequeños acontecimientos hábilmente orquestados desde el PP serán la gota que colme el vaso de una ruptura de Gobierno construida a base de reiteradas desconfianzas y algún importante desacuerdo. Una ruptura que traerá más radicalidad y confusión a este patio político nuestro, actuará como un dominó en otros muchos ayuntamientos y Cabildos, bloqueará decisiones en marcha y dejará el paisaje político y social de esta región en estado de guerra.

El pacto de Gobierno entre los nacionalistas y el PSOE no es ni mejor ni peor que cualquier otro, pero es (o era, si ya es pasado) un acuerdo que introdujo moderación en la vida política regional, al obligar a nacionalistas y socialistas a forzar su sintonía en materias complicadas y difíciles: contención fiscal, gasto social, relaciones con Madrid, ley del suelo, ley electoral… Un pacto en el centro, en el que se habían comprometido dos políticos con más futuro por delante que pasado por detrás, que se reclaman de ese espacio. Ahora, los apuros de un concejal con deudas, la "buena mano" de otros, la intransigencia del resto, y el nulo valor de las palabras, los papeles y las firmas -cosas menudas para algo "tan grande" como la política-, pueden abrir un melón indigesto y agusanado de conflictos y enfrentamientos.

Falta sólo una decisión: sobre cómo se sostiene el liderazgo de un partido, hoy. Sobre cómo y con qué mimbres debe construirse un país. ¿Será una decisión de compromiso? ¿O quizá importaremos los usos de moda en la Corte? De lo que hagan Clavijo y los suyos hoy depende que el futuro sea una geografía política de izquierdas y derechas enfrentadas en todo. Y un tiempo de días duros y crispados, de meses de conflictos en hospitales y escuelas. Y de dos interminables, inútiles años, de tiempo sin diálogo.