Mi buen amigo y compañero de fatigas en la zarzuela, Máximo, vino con su pareja a casa para llevarnos a mi mujer y a mí a dar un paseo por la isla, pues a pesar de la diferencia de edad nos acoplamos bastante bien los cuatro. En esta ocasión salimos de Candelaria vía La Esperanza para acercarnos a Guamasa y Agua García, salir por El Ravelo hacía la carretera general en El Sauzal, y de allí, pasado el puente del Rey, parar en el restaurante El Bosque de Santa Úrsula.

Hace muchos años que nos gusta comer ahí, pues lo regenta una familia a la que apreciamos. La matriarca se quedó viuda hace un tiempo con cinco chiquillos a los que tenía que sacar adelante, así que todos han echado una mano en el negocio mientras estudiaban. Tres varones, dos hembras y ahora un nieto que ocupa un puesto más. Ella es una cocinera de las de antes, no tienen una carta muy extensa, pero todo es sabroso y de calidad, pues muchos productos son de su cosecha, incluido el vino. Pensaba que las papas también las cultivaban ellos, pero me comentaron que no, que las compran a 1,10 o 1,20 euros el kilo. El local está limpio como la patena, la cocina es grande y está presidida por unos enormes calderos limpios y lustrosos, baños relucientes, buen servicio y precios muy asequibles. Siempre están abiertos, no necesitan publicidad y tienen dónde aparcar. Un establecimiento que progresa por el trabajo bien hecho.

Continuamos nuestra excursión por la carretera comarcal hasta El Sauzal, pueblo limpio y de casas bonitas, con esplendidas urbanizaciones y zonas ajardinadas. Llegamos a Tacoronte y le pedí que bajáramos a la costa, pues guardo gratos recuerdos del lugar. Con 18 años, mi jefe, Leocadio "Juan Chiriger", me llevaba al Pris a pasar los fines de semana. Sus parientes y amigos eran muy divertidos, hacían un simulacro de su época del cuartel, con un desfile en la playa comandado por el comandante Castilla y el general Hache Gutiérrez, a los que acompañaban el sargento Isaac Santana y varios soldados de remplazo. Aunque no lo parecía, eran personas serias, honestas, y profesionales. La gente se entretenía con las peripecias que organizaban, e incluso se acoplaban algunos turistas, que comían y bebían como cosacos, y acababan con los garrafones de 16 litros. El desayuno al amanecer era un revuelto con carne de Mérida, una sartenada de papas fritas, y después a dormir. Se comía a las doce, unas veces llevaban la comida hecha, y otras la guisaban allí, pues eran excelentes cocineros. Me trataban como un hijo y me mimaban, y era uno más en las "chiquilladas" de aquellos hombres tan especiales.

También veraneamos en Mesa del Mar, y ambos lugares tienen un clima extraordinario, con atardeceres preciosos y noches plácidas en un entorno cuidado, de grandes urbanizaciones y casas que son mansiones. Un buen paseo marítimo, bien iluminado y con jardines coloridos. Mi mujer se quejaba un poco pues pasaba el día sola y los niños eran pequeños, y también estaba en estado del quinto. Trataba de compensarla saliendo a cenar fuera, pues entonces las vacaciones eran solo para los pequeñajos, pues tenía que ir y venir a trabajar. Allí aprendí a jugar al tenis y salió la idea de formar el Club de Tenis Punta del Rey en Las Caletillas.

Sinceramente los pueblos son otra cosa distinta a la capital, aunque ahora haya muchos campos abandonados en los que solo luzcan las parras. Desgraciadamente este año se recogerá mucha uva pasa, pues según para algunos la cosecha es escasa y dudan que pueda haber caldo. Hay mucha finca llena de rastrojo y carreteras con arcenes llenos de rabo de gato, y parece que algunos ayuntamientos están por labor de limpiar pero se encuentran con las trabas burocráticas de quien tiene la competencia. No sé a qué esperan para ordenar una limpieza general y acondicionar los terrenos para poder plantar papas, frutas o verduras, y crear así puestos de trabajo, sacando a gente del paro. Nuestra isla merece más cuidados y mimo; si el turismo es la primera pata de la mesa de la economía, el campo y las bellezas naturales son también nuestro mejor activo.

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