Los incendios forestales del verano han dado paso a los políticos: el país está en llamas. El fuego que amenaza el pacto de gobierno en las islas, con el foco incontrolado de Granadilla, es un pálido reflejo de la que se está liando por todo el inestable panorama político, ahumado por la debilidad de los partidos y los liderazgos.

El batacazo del PSOE en el País Vasco y Galicia agudiza la endeble posición de Pedro Sánchez en la secretaría general de los socialistas españoles. La pérdida de 133.000 votos y once escaños en las dos elecciones (cuatro diputados menos en Galicia y siete menos en el País Vasco) confirma el declive del PSOE y el desgaste electoral que está suponiendo la gestión de Sánchez, que, lejos de plantearse dimitir (como hizo Rubalcaba tras las europeas), amenaza con blindarse con los militantes en unas primarias y un posterior congreso. Quiere intentar una investidura incierta con Podemos y sus confluencias. En plena sintonía con ese deseo de Sánchez, Podemos, en medio del enfrentamiento en las redes sociales entre Errejón e Iglesias, ha decidido la ruptura de su acuerdo con los socialistas en Castilla-La Mancha. Pura incoherencia flamígera. Hay llamas por todos lados.

Para el PP, la opción de una nueva convocatoria electoral en diciembre empieza a convertirse en la mejor opción para romper la situación de bloqueo parlamentario en que se encuentra el Congreso. En el País Vasco, el aumento del voto del bloque soberanista es de los que hacen época. Y ahí queda el mensaje de Otegui diciéndole a un "moderado" PNV que hay una aplastante mayoría de 57 diputados que están por la soberanía nacional vasca.

Parece como si un virus de inestabilidad hubiera infectado a todo el cuerpo político nacional, con unos partidos tambaleantes y unos liderazgos tan comatosos que uno no sabe si van a sobrevivir al próximo zarandeo. El caso de Canarias es paradigmático. La gestión de la crisis de Granadilla -hoy se votará la moción de censura- se complicó con una Coalición que quiso llegar a acuerdos que el PSOE no pudo firmar por la sencilla razón de que no había acuerdo interno entre los propios socialistas. Para el PSOE no hay más opción que o la retirada incondicional de la moción o el caos. O lo que es lo mismo, la posición negociadora consiste en que no existe margen de negociación.

Los nacionalistas tienen varios másteres y doctorados en gestión de crisis. Ofrecen siempre la visión de una aparente improvisación que tiene más de táctica que de realidad. En el caso que nos ocupa, a Coalición Canaria ni le interesa ni quiere una ruptura del actual pacto de gobierno. Pero su posición se complica por la ausencia de un interlocutor fuerte en el otro lado de la mesa y una expulsión "ordinaria" que tardará lo suyo. Las repercusiones son inciertas. El PSOE canario está estragado por sus disensiones internas y la debilidad del aparato dirigente. Su falta de fortaleza impide que nadie pacte nada que no sea todo. Y como a los concejales los carga el diablo, a ver qué pasa en el pacto después del meneo de hoy.