Por suerte nací niño. Soy feliz siendo hombre. Y no porque admire las cualidades del sexo masculino: soy feliz siendo hombre porque ser mujer me resultaría del todo insoportable. Marta Galego es una árbitra de la segunda división regional catalana. Hace un par de domingos, se encontraba arbitrando el partido entre Unió Esportiva Valls y Cambrils Unió cuando, tras pitar una falta, alguien del público la increpó con un "vete a fregar" que se escuchó en todo el estadio. La colegiada interrumpió el partido y logró que expulsaran al autor de los insultos.

Sinceramente, no puedo imaginar lo que una mujer normal puede llegar a soportar por culpa de ser mujer en un país "tan desarrollado" como el nuestro. Y no me refiero solo al ámbito profesional, como se pudiera pensar, donde cobran mucho menos que los hombres aun realizando el mismo trabajo y teniendo que soportar en ocasiones el acoso sexual de algún superior y el acoso laboral de alguna superiora, que de todo hay... Me refiero al simple hecho de caminar por la calle.

Hace muchos años, durante mi adolescencia y juventud, recuerdo que las madres y padres pedían a los chicos de la familia que acompañasen y cuidasen de las chicas cuando salían de fiesta o iban a la discoteca. Hoy en día -treinta y pocos años después- la situación sigue siendo parecida: los padres y madres piden a sus hijos o sobrinos que cuiden de sus hijas cuando salen de fiesta. Y es que el simple hecho de salir por la calle supone para la mujer una actividad de alto riesgo. Igual que hay zonas en cada ciudad en las que se sabe que desde que oscurece las mujeres especialmente no deben pasear solas.

El hombre -por el mero hecho de ser hombre- se cree con el derecho de gritarle cualquier burrada que le venga en gana. O de perseguirla mientras camina detrás diciéndole obscenidades. O de golpearla cuando no hace lo que él quiere dentro del ámbito matrimonial. O de acosarla sexualmente si considera que viste de un "modo provocativo".

A pesar de las enormes dificultades que tiene la mujer para ser considerada como un igual frente al hombre, muchas siguen creyendo estúpidamente -muy estúpidamente- que su liberación tiene que ver con la liberación sexual; otro engaño machista en el que han caído millones de mujeres.

La liberación de la mujer no tiene nada que ver con mostrar más o menos carne, más o menos piel; la liberación debe estar relacionada con los derechos tanto laborales como sociales, entre los que se encuentra poder ser árbitro de fútbol sin que nadie le diga que se vaya a su casa a barrer, o poder ser taxista sin que nadie le diga que se vaya a su casa a hacer tortillas, o poder dedicarse al cuidado de sus hijos sin que nadie ponga en duda sus cualidades como mujer, o caminar por la calle sola a las doce de la noche sabiendo que ningún capullo la molestará durante el trayecto. Reducir la libertad de la mujer a poder enseñar las tetas en San Fermín o en San Borondón es sencillamente ridículo.

Con respecto a este asunto, hace una semana se publicaba en los medios de comunicación que en la población rusa de Severny las autoridades habían llevado a cabo una prueba piloto para reducir la enorme cantidad de muertes que hay en las carreteras de ese país. La campaña consistía en poner a mujeres jóvenes en "topless" y con una gorra de policía en zonas de alto riesgo de accidente para que los conductores redujesen la velocidad. Me gustaría decir que el número de accidentes siguió siendo semejante, pero -al parecer- se han logrado reducir considerablemente, lo cual demuestra la deformidad mental de algunos machos. A ver si ahora van a cambiar los guardias muertos o las señales de reducción de velocidad por chicas con gorra y minifalda con los pechos al descubierto -vamos, la típica foto de calendario de taller de épocas no tan arcaicas-.

Puede que a muchos hombres todo esto les resulte curioso, incluso gracioso, pero debemos ser precisamente nosotros los que reprochemos a los individuos de nuestro propio sexo este tipo de actitudes y comportamientos. Esto no es normal. Ni antes -cuando el "mujer tenía que ser" se escuchaba tanto entre los conductores... ni ahora -cuando se dice menos, pero se sigue diciendo-. Igual que hay mucho cavernícola para el que si una chica le pone un "me gusta" en Facebook, o le agrega en el whatsapp, ya tiene vía libre para entrar a matar. Hasta ahí llegamos... ¡Cuánto tonto, Señor... Cuánto tonto!

adebernar@yahoo.es

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