Bonito catálogo de papeletas endiabladas las que tiene que resolver el PSOE en los próximos días. Por aquí abajo, después de colocar en su reunión de ejecutiva todas las expectativas posibles, han decidido despejar a córner, a la próxima reunión del Comité Regional, cuando se convoque a capilla a más de un centenar de dirigentes, cargos públicos, cargos orgánicos y afiliados de todos los colores y pelajes, que fueron los que votaron hace año y medio a favor del pacto de Gobierno con Coalición. Para romperlo, el PSOE dice que tiene que volver a someter la decisión a su máximo órgano entre congresos. Después de una semana de comportamiento errático en la gestión de la crisis de Granadilla, una crisis que había situado la pelota en el tejado de Coalición Canaria, el PSOE ha perdido finalmente Granadilla, sin hacer el menor esfuerzo por mantenerla, y coloca ahora el balón en su propio techo, perforado por una crisis nacional destinada al encontronazo fatal entre un Pedro Sánchez muy desnortado y una Susana Díaz sin demasiada experiencia en las filas nacionales.

La verdad es que el PSOE pasa por uno de los peores momentos de su historia. No sólo por la sucesión de derrotas electorales que recaen sobre las espaldas de Sánchez, sino por el pulso que este decidió iniciar para salvar su trasero: Pedro Sánchez ha roto uno a uno todos los puentes que le ataban a la estructura de su propio partido, incluso el de la línea roja infranqueable de negociar ser presidente del Gobierno con fuerzas independentistas, y la ejecutiva del PSOE se ha roto en dos pedazos casi idénticos. De los 38 miembros elegidos por el Congreso extraordinario, ya sólo quedan 18 apoyando a Pedro Sánchez. Uno -Pedro Zerolo- murió el año pasado y otros dos -Gómez Besteiro y el lagunero Javier Abreu- habían dimitido por decisión propia. Ayer dimitieron otros 17 más, entre ellos los presidentes regionales que estaban en la Ejecutiva, la exministra Chacón, la presidenta del PSOE, Micaela Navarro, o el canario José Miguel Pérez. La fractura de la Ejecutiva Federal, una operación del grupo más cercano a Susana Díaz, supone reglamentariamente el fin del mandato de Pedro Sánchez y de su Ejecutiva, que se queda sin quórum para tomar sus decisiones. El control del proceso que se abre, y que conduce a la convocatoria de un congreso, queda en manos de la presidenta del Comité Federal, Verónica Pérez, sevillana en línea con la presidencia andaluza. Y mientras por ahí arriba el PSOE se despedaza, en la España Tropical el PSOE canario se ve obligado a elegir entre dos desastres: mantenerse en el Gobierno después de haber asegurado que rompería el pacto si le arrebataban Granadilla, o abandonar el Gobierno y dejar que lo ocupe un PP a punto de volver a ganar las terceras elecciones generales (si se convocan) y que ya procurará no cometer con Canarias los errores del pasado.

El PSOE canario ha retrasado su decisión, pero tiene que hilar muy fino para moverse -en medio del desaguisado nacional- entre dos explicaciones imposibles: les va a resultar muy difícil vender que rompen por Granadilla, pero también quedarse después de que han dicho públicamente que esta vez no tragarían más. Tienen que elegir la opción menos mala de una alternativa infernal: harán mal yéndose porque en Granadilla un grupo de concejales de la oposición aplicó al exalcalde González Cejas la misma vara de medir que el PSOE usó con Curbelo. Y hará mal si se quedan en el Gobierno sin depurar responsabilidades por la pésima gestión de esta enésima crisis del pacto. Hagan lo que hagan, se estarán pegando un tiro en la pierna. Lo único que les queda es elegir en cuál de las dos piernas prefieren dispararse... Espero que no sigan el ejemplo de Sánchez, que optó por meterse una bala en la cabeza.