¿Somos crueles por naturaleza o nacemos pacíficos y es la civilización la que nos corrompe? La primera teoría era la de Thomas Hobbes. La segunda la sostuvo Jean-Jacques Rousseau. ¿Hobbes o Rousseau? José María Gómez es un investigador de la Universidad de Granada que ha liderado un estudio elaborado por un equipo de científicos españoles, en el que explican que la violencia que resulta mortal entre individuos es una característica específica de los primates. Y que dicha característica nos ha acompañado como especie en el curso de nuestra propia evolución, como una herencia que viene de nuestros ancestros.

La investigación, en la que han participado también la Universidad Rey Juan Carlos y el CSIC, la ha publicado estos días la revista Nature y ha tenido eco. Leo detalles del estudio en varios medios que traigo al artículo. Durante dos años los investigadores han recopilado millones de datos sobre muertes de miles de mamíferos para tratar de cuantificar algo tan complejo como el nivel de violencia letal. Al parecer, los científicos encontraron "linajes de mamíferos muy poco violentos con sus semejantes y otros donde la agresión es frecuente". Especies sociales y también territoriales que compiten por los recursos. Los humanos "pertenecemos evolutivamente" a uno de estos. Han determinado incluso el porcentaje de esa violencia letal en torno a un 2%.

Ahora bien, en el laborioso y colosal trabajo de investigación figura también una revisión "de la violencia mortal en seiscientas sociedades humanas, desde el Paleolítico hasta la actualidad". Y ahí, los científicos señalan que "los niveles de violencia interpersonal letal han cambiado a lo largo de nuestra historia". "La agresividad fue común en comunidades prehistóricas, pero la violencia entre personas ha disminuido con los Estados modernos, aunque este descenso no ha sido lineal". Según el profesor José María Gómez, "hay factores culturales o de contexto que tienen que estar modulando el 2% de nivel de violencia". "Nuestro trabajo -indica- puede ayudar a resolver el dilema de que la violencia tiene un componente evolutivo, pero no significa que exista un determinismo genético". La buena noticia es la existencia de la cultura que hace posible el progreso.

Dice Ignacio Martínez Mendizábal, uno de los paleontólogos de Atapuerca al que me gusta citar, que las personas "no venimos al mundo rígidamente programadas para realizar nuestros comportamientos, sino predispuestas para optar entre muchas posibilidades. La cultura es la que modula la mayor parte de esa predisposición, pero también queda mucho margen para nuestra voluntad". En el prólogo al libro de Loreto Rubio "Os necesito a todos (LID)", Martínez Mendizábal se pregunta "¿cómo hacer para que unas criaturas que son plenamente conscientes de sí mismas y de sus intereses, que son capaces de planificar y llevar a cabo con eficacia estrategias para su propio beneficio, renuncien voluntariamente a parte de sus propios intereses y los sacrifiquen al servicio del bien general? Se trata de una ecuación aparentemente irresoluble -explica- que, sin embargo, ha encontrado solución en el curso de la evolución humana en eso que llamamos liderazgo".

Y con una visión profunda explica este liderazgo basado en la comunicación, en la emoción, en "la capacidad de proponer y compartir valores e ideales que nos enamoran y que nos impulsan a colaborar con los demás más allá del propio beneficio inmediato". Un liderazgo que propone "ideas hermosas por las que luchar y por las que vivir".

En esa dimensión cultural y social aparece una inteligencia humana evolucionada, desarrollada. Una inteligencia social sobre la que escribió Goleman que nos confirma como seres dotados para tener conciencia de los demás, para comprenderles, para conectar, para empatizar, para interesarnos por sus necesidades, para cooperar, para aprender mutuamente, para crear juntos, para resolver en paz.

@rociocelisr