Barragán le dijo a Cruz que la Ejecutiva había ratificado su posición y que se va a intentar antes del lunes la retirada de la moción. Barragán le lee el texto del acuerdo y le explica a Cruz que con él se garantiza la expulsión de los concejales y el bloqueo de la moción. Julio Cruz responde entonces que sí. Y ese es probablemente el momento de la confusión: Barragán considera que su texto, afanosamente trabajado para lograr la aprobación de la Ejecutiva, ya está, ya tiene el visto bueno del PSOE. Pero es probable que Julio Cruz no lo viera así. Tras hacer unas declaraciones a los medios en las que afirma que la expulsión de los concejales de Coalición no se ha cursado porque es sábado y el registro está cerrado, y que Coalición tiene tiempo hasta el lunes para intentar convencer a los suyos, se va a La Gomera sin contarle a nadie su última conversación telefónica. Tiene previsto ir el domingo por la mañana con su mujer a las fiestas de El Calvario en Agulo, y volver por la tarde a Santa Cruz, para participar en la cita que él y Barragán han acordado en las oficinas del grupo parlamentario nacionalista, en el Parlamento de Canarias.

El domingo, día previsto para la firma del acuerdo que ha de evitar la moción, amanece con la información que publica La Provincia, en la que se informa de que los partidos han logrado resolver la situación de Granadilla. El secretario general de los socialistas canarios, José Miguel Pérez, es de los primeros en montar en cólera: es un hombre moderado y poco dado a enfadarse, catedrático de universidad metido por convicciones en política, es un tipo reservado y discreto al que no le gusta nada prodigarse en los medios. Fue presidente del Cabildo grancanario y vicepresidente del Gobierno con Paulino Rivero, pero considera concluido su ciclo en la política canaria. Hace meses que asume la Secretaría General a desgana, porque el bloqueo político español ha impedido el Congreso del PSOE y paralizado su sustitución. No le entra en la cabeza que si hay algún documento ya cerrado no se le haya informado de que tal acuerdo existe, y cuando logra hablar esa mañana con Julio Cruz, y este le comenta que lo que se ha negociado implica intercambiar el cese de dos concejales de Granadilla -Nicolás Jorge, el hombre de Patricia Hernández en el Sur, y otro de Coalición-, se niega en redondo: "¡Ya está bien! Lo que tienen que hacer es retirar la censura, o que expulsen a quienes la presentaron. Además es completamente ilegal pedir a un concejal que dimita para arreglar un conflicto político, yo no voy a pedirle eso a nadie", dice bastante airado.

Cruz se justifica asegurando que él no ha garantizado aún nada, que no ha participado en ninguna reunión, que el documento del que se habla es solo el borrador de lo que aprobaron los nacionalistas en la reunión de su Ejecutiva el día antes. Y es cierto que Cruz no ha tenido nunca el documento entre las manos: fue preparado por Coalición y revisado por Patricia Hernández, que consultó las condiciones con su gente de Granadilla, donde no acaban de fiarse: Nicolás Jorge cree que no basta solo con la retirada de la moción de censura. El secretario del Ayuntamiento ha explicado al alcalde que la moción no puede retirarse, que el pleno no puede desconvocarse, y en el PSOE granadillero están convencidos de que si el pleno se celebra, los concejales de Coalición elegirán a Regalado. Al final, Patricia Hernández pasa la pelota a Cruz, a quien se le lee el texto por teléfono. Al otro lado del teléfono estaban, además de Barragán, Fernando Clavijo, José Miguel Ruano, el presidente de Coalición Canaria en Lanzarote, David de La Hoz, y la propia Patricia Hernández. Todos escucharon el asentimiento de Cruz. Aunque todos conocían también las dificultades para conseguir quién firmara el acuerdo: es cierto que en él se resolvía la situación sin vencedores ni vencidos, gracias al sacrificio personal de Nicolás Jorge, que puso desde el primer momento su puesto de concejal a disposición de los negociadores. Su cabeza en bandeja permitía a los censurantes cobrarse una pieza del grupo de imputados. Un fingimiento para salvar la cara de la censura. A cambio, Clavijo ofrecía otra cabeza de los suyos, evitando cualquier trapisonda. Un acuerdo muy feo, que había que evitar hacer público. Y en el que nadie quería estampar personalmente la firma, ni los de Coalición ni los del PSOE. Héctor Gómez, próximo a los alcaldes del Sur de Tenerife y hombre fuerte de Pedro Sánchez en la isla, pidió quedar fuera de la firma: se consideraba quemado por haber firmado con Clavijo el documento inicial del pacto local de Granadilla, el 11 de junio de 2015, que los censurantes se pasaron por el arco de triunfo. Y por haber sido mil veces engañado en encuentros y reuniones con Coalición para revertir las situaciones de los municipios que no cumplieron el pacto en cascada. Y además, como presidente de la gestora del PSOE en Tenerife, temía por su posición frente a los alcaldes del Sur que -desde hacía meses, incluso antes de presentarse la censura-, venían cuestionando la continuidad de un Gobierno "que no nos ha resuelto nada". Héctor Gómez veía que esta historia, saliera como saliera, iba a crearle problemas. Por eso se retiró su nombre del papel del viernes y en el del sábado ya no aparecía.

La misma mañana del domingo, los socialistas desmienten tajantemente que exista ningún acuerdo con Coalición. "Se trata de filtraciones interesadas, han hecho público un documento en el que el PSOE no ha puesto ni una coma". El pacto en Canarias se habrá roto si prospera la censura. Y también se asegura que el único documento que existe recoge lo que Coalición defendió en la última reunión de la Comisión de Seguimiento, celebrada el jueves 22, y que el PSOE rechazó tajantemente. Pero el hecho es que sí existía, y que los negociadores lo conocían: a Julio Cruz se le leyó por teléfono en las primeras horas de la tarde del sábado, y al resto de los negociadores socialistas se les había mandado por correo. Incluso se acordó no hacerlo público hasta que fuera aceptado por los de Granadilla. Porque -eso no lo dijo nadie, y era lo más importante- para lo que el documento realmente servía era para darle a Clavijo la excusa para poder expulsar a los suyos si no lo aceptaban.

Y es entonces, esa tarde del domingo, cuando, más allá del postureo, el tacticismo y la sorpresa, se tuercen las cosas definitivamente: mientras en Presidencia intentan apagar los fuegos, con Patricia Hernández desaparecida, decidida a no dejarse achicharrar por sus propios compañeros que la acusan de estar demasiado interesada en seguir en el Gobierno... mientras en el PSOE se niega la existencia del acuerdo y se marcan distancias con los nacionalistas... mientras la confusión se adueña del ambiente, un periodista de La Opinión de Tenerife recibe una copia del texto del primer borrador, el que fue aprobado el viernes. Se lo pasan siguiendo instrucciones de alguien interesado en poner alguna china más en el camino del pacto, alguien que siempre ha querido que Coalición gobierne con el PP. Lo pasan a través de una tercera persona. Y La Opinión y La Provincia cuelgan el documento en sus páginas web inmediatamente, el mismo domingo por la tarde, provocando que en el PSOE se dispare la desconfianza, se considere que han vuelto a ser engañados por Coalición con una nueva deslealtad y se decida no acudir a la reunión convocada para esa tarde para firmar el pacto que evitaría la censura en Granadilla.

Claro que había quien se había adelantado. Cuando de Coalición llaman a Julio Cruz para confirmar la cita de esa noche, este contesta que está en La Gomera y que no piensa volver. Lo había decidido ya por la mañana, después de la bronca telefónica que recibió de los suyos.

Continuará mañana:

4.- Los silencios de Patricia Hernández.