La periodicidad que tengo establecida para la publicación de mis colaboraciones en EL DÍA no me permite hacerme eco con inmediatez de algunos asuntos que, en mi opinión, merecen ser comentados y debidamente resaltados. Mas no por eso los olvido y me apresuro a tratarlos cuando la ocasión se presenta.

La iniciativa que para generar empleo ha tomado el ayuntamiento de Santa Cruz el día 19 de septiembre p.p. me parece francamente importante. Se crean 200 puestos de trabajo cuya misión principal será la conservación del patrimonio ciudadano, con técnicos cualificados al frente que se encargarán de que las tareas que se les encomienden se hagan adecuadamente. No se trata solo, creo yo, de reponer losetas rotas, pintar farolas o limpiar las aceras de chicles y restos de basura. Hay que concienciar a quienes desempeñen al final los trabajos que su misión es muy importante; diría que crucial para el desarrollo de nuestra ciudad. Resulta suficiente leer cualquier día los periódicos para convencerse de que uno de los problemas que sufren las grandes ciudades es el de la suciedad y el relacionado con el mobiliario urbano. Ante la proliferación de individuos -o grupos- cuya principal labor en la vida parece ser la destrucción de lo público, así como la suavidad con que la ley ataja estos desmanes, no queda más remedio que arreglar y reponer lo que otros destruyen. Si no fuese así, las ciudades acabarían siendo como campos de batalla y nosotros sumidos en un entorno donde la convivencia resultaría difícil.

Tras lo dicho creo que queda justificada mi alegría ante la medida tomada por el ayuntamiento. En una ciudad que aspira a ser, turísticamente hablando, referente para cruceristas y turoperadores, mantenerla limpia, con los jardines y parques florecidos, las aceras sin "trampas" y las calzadas sin baches, todos los esfuerzos que se hagan para lograrlo son dignos de elogio. Sin embargo, siempre hay un pero, en estas iniciativas lo que importa es que haya continuidad en las acciones que se emprendan. Ya he perdido la cuenta de las veces que he tratado asuntos como este en mis colaboraciones, pero no me cansaré de seguir haciéndolo: de nada sirven estos "zafarranchos" si no se dotan posteriormente de un buen servicio de mantenimiento.

Creo que el cuidado de una ciudad resulta similar al que hay que tener en una gran empresa. Imaginemos, por ejemplo, qué sería de la fábrica de automóviles Seat si los cientos de empleados que posee se dedicasen a dejar en cualquier lado las herramientas que necesitan para su trabajo. En aquel entorno cada uno de ellos está concienciado para desarrollar su labor con esmero y cuidado, imperando en todos sus actos el orden. Desgraciadamente esto no ocurre en las ciudades, de modo que los ayuntamientos se ven obligados a emplear ingentes cantidades en reponer contenedores de basura, borrar grafitis, recoger objetos abandonados y muchas otras obligaciones relacionadas con la vida ciudadana. No somos conscientes -o al menos eso parece- del coste que supone esta labor para el erario, pero, eso sí, nos quejamos cuando algún servicio no puede ser prestado por carencias económicas. Para que esto no ocurra -vuelvo a lo que antes he dicho- es preciso que el ayuntamiento refuerce el servicio de mantenimiento que ya posee. Como en medicina, es preciso prevenir antes que curar. Bastaría que un par de trabajadores -no hace falta que sean ingenieros, arquitectos o aparejadores...- recorriesen la ciudad cada día, debidamente cuadriculada por sectores, y que anotasen en su tableta los daños que observen. Su reparación subsiguiente, en pocos días, evitaría las infinitas quejas en los periódicos.