Atento, tras una maleza de silencio, Mariano Rajoy Brey contempla con satisfacción el encendido enfrentamiento de los dos grupos del PSOE en la sede de Ferraz. Ha visto que en sus trece horas de discusión casi llegan a las manos por la decisión de votar en secreto o a mano alzada, y deduce por la tensión existente que lo único que falta es un colofón de trompadas y arañazos.

Finalmente el empecinamiento por el no de los "sanchistas" pierde contra la postura de los "susanistas" moderados, más dispuestos a abstenerse en segunda vuelta para dejar gobernar en minoría al registrador de la propiedad; salvo que antes no surja un Bertrand Du Gesselin y tire del tobillo del próximo futuro rival salido de las primarias, para darle la vuelta a la tortilla y ayudar a su señor.

Porque la división del PSOE ha sido tan manifiesta que no sólo ha favorecido la continuidad de un partido adobado de corrupciones, sino que con esta acción ha debilitado los planes de un Iglesias que incluso ya había postulado a sus candidatos para el próximo gabinete ministerial; y de los independentistas no digamos, que ya veían la oportunidad de mantener el referéndum de autodeterminación, como condición para formar tropa con la izquierda.

Tan sólo ha quedado Rivera al frente de la marca blanca de los populares, capaz para tirar del tobillo al próximo candidato/a salido de las primarias socialistas y darle la vuelta a la tortilla a cambio de alguna prebenda para él y su partido; al menos mientras el próximo lugarteniente Núñez Feijoo no le quite el puesto a Sáenz de Santamaría, que ha sido capaz de enseñar la patita en deshabillé en un periódico nacional, y posteriormente acudir al Hormiguero a ejecutar saltitos acompasados con Pablo Motos y su equipo.

Citada la alternativa popular de Rajoy, queda por aventurar si la trianera Susana Díaz tendrá capacidad para atraer a los barones sacando la cabeza y enseñando sus luminosos incisivos de Despeñaperros para arriba, una vez convertida en la nueva lideresa del partido reconstruido (si es que lo logra a corto plazo antes de la convocatoria por el PP de una nueva investidura de emergencia, a la vista del cierre del plazo límite del 31 de octubre para diluir las cámaras y volver a la tercera ronda electoral por Navidad, como el turrón).

Pese a quien le pese, la consecuente incertidumbre política está favoreciendo y favorecerá la continuidad de los conservadores durante otra legislatura parcial o más duradera si cuenta con el apoyo del joven mercenario catalán, que muy probablemente hará de su capa un sayo y pronunciará la conocida frase: "Ni quito ni pongo, Brey, pero ayudo a mi señor". Quién nos lo iba a decir de aquel que vino como un príncipe desnudo a la política, y ahora ha aprendido a pernoctar en todas las camas de los candidatos para descartarlos e intentar yacer finalmente a la sombra del único poder en funciones, el cual pese a las exclamaciones de un histérico Iceta invocando a Dios como un exorcista preventivo, volverá a hacernos degustar la hiel de su autoritarismo por el supuesto bien de todos los españoles. ¡Mariano y cierra España!, habrán gritado sus seguidores al unísono del sonsonete salido del fondo de una tumba política; ¡No es no! Pues va a ser que sí.

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