Víctor Álamo de la Rosa presentó ayer, miércoles, 5 de octubre, en el Ateneo de La Laguna, su quinto poemario, "La tos de Pablo y otros poemas para inventar el mundo", un volumen de 60 páginas editado por Baile del Sol. En el acto, la cantante Claude Cachemaille y el músico Ruimán Ramos estrenaron la versión musicada del poema central del libro. Víctor Álamo de la Rosa es uno de los escritores más traducidos y premiados de la literatura canaria contemporánea y, aunque es muy conocido por sus novelas, siempre ha mantenido su dedicación a la poesía. (la foto y la portada del libro en la nota de prensa las tienes)

¿Qué tal lleva la condición de padre?

Ser padre es maravilloso, por supuesto, pero este libro, que nace de las vigilias y las noches sin dormir propias del padre primerizo, nace con una vocación de indagación real en la naturaleza de la paternidad, pero me propuse huir siempre de cualquier sentimentalismo, pues quería que el poema indagara también en las sombras, y no solo en las luces, de la paternidad. Los miedos se amplían porque ya tu dolor no es propio, sino también ajeno. El hijo duele, porque lo normal es ese sentido de la protección que es casi suicida. Todo lo que tenga que ocurrir que me pase a mí, al padre. Es de locos. Queremos ser escudos de alguien que ya hemos lanzado al mar de la vida, con todos sus peligros.

A medida que uno cumple años ¿va recuperando y regresando a esas personas que ha ido cultivando en el tiempo?

A medida que uno cumple años, además de achaques, tiene muy claras las prioridades. Vocación para la felicidad y punto, porque la muerte es certeza.

La vigilia desprende un halo místico, ¿pero acaso quiso el azar que encontrase en los golpes de tos la llave de un universo mágico y creativo?

Toda poesía debe trascender la anécdota de su nacimiento y, en este caso, aunque el poema nazca de la circunstancia particular de que el poeta ha sido padre, el poema debe fundar su propia verdad, su propia realidad. Al poema solo le importa el poema, su trabajo de lenguaje, su ritmo, su precisión musical. Estos poemas apuestan por un aparente espíritu prosaico pero, a poco que nos fijemos, llevan detrás un trabajo tremendo, artesanal, precisamente para lograr esa apariencia de facilidad. Es curioso, pero los temas son, además de la paternidad y sus miedos, el deporte, la crisis financiera, el terrorismo, la pornografía, el boxeo, las motos, el paso del tiempo, la propia poesía, en fin, ya ves, todo un abanico de temas que a mí me interesan y que quería que entraran en el libro.

¿Quizá Pablo despertara un libro durmiente con ese gesto tan frágil como natural?

Lo que despertó fue mi gana de abordar desde la poesía temas presuntamente sensibleros o sentimentaloides, pero desde una perspectiva nueva, seca, limpia de sensiblería, yendo al grano y metiendo temáticas a priori alejadas del poema, ya te digo, como el boxeo o las motos, sin ir más lejos. Creo que al lector le sorprenderá.

Un quinto poemario ya no representa algo nuevo en su prolija producción, pero desde esa otra sentimentalidad, ¿cuál es el tono que arrulla las páginas del libro? ¿Qué necesidades palpitan en su aliento?

Siempre he combinado en mi producción literaria narrativa y poesía. Lo curioso es que he publicado más narrativa, al menos ocho libros, sobre todo novela, porque la poesía es un género muy complejo al que hay que darle mucho tiempo, mucho tiempo de trabajo y reposo y mucho tiempo de destrucción. Creo que un buen poeta destruye más de lo que escribe, porque si algo es la poesía es esencia, no se permite lo accesorio.

Decía el poeta Ángel González que la poesía es una lectura que no se gasta y en cambio no sucede lo mismo con la novela, que termina consumida.

Eso es, la mayoría de las novelas, salvo excepciones, van acabándose planamente. El poema es otro territorio, un campo de batalla con el lenguaje y la búsqueda de lo esencial. La poesía es lo que hace avanzar la literatura. Los grandes poetas mandan. Y nosotros en Canarias tenemos algunos de los grandes, como José María Millares Sall, Luis Feria o Manuel Padorno, por ejemplo.

¿Y por qué vale la pena leer?

Yo leo porque me hace feliz. No solo me gusta y me divierte sino que llena partes de mi vida y, además, es muy cierto que leer nos aleja del simio que fuimos. Leer, además, en los tiempos que corren, es una especie de guarida contra muchas intoxicaciones modernas. Allí dentro, dentro de la lectura, hay aire fresco, oxígeno.