María Dolores Santana del Castillo y Marcelino Reyes González son los organizadores de una representación que, cada año desde 2013, mantiene viva la tradición de bajar a los charcos de La Rambla, en la llamada playa de El Prado, para poner en remojo los chochos, las badanas y los mimbres y aprovechar los beneficios que les aporta el agua salada. Con el respaldo de la Asociación de Mujeres Casilda, un grupo de unas 15 personas volvió a bajar desde el entorno del merendero de Barranco Ruiz hasta la costa de San Juan de la Rambla para recordar, ataviados como la gente del campo de hace unas décadas, una escena que se había perdido.

Santana destaca que poner los sacos de chochos en remojo en el mar acelera el proceso que los deja aptos para consumir. El agua salada también ayuda a preparar el mimbre para la cestería y la badana para sus múltiples usos como cuerda, ya que suaviza las fibras vegetales.

Además, "la sal del mar también sirve como un tratamiento que evita que los bichos se coman el material. Después de remojarla en agua salada, la badana ya no se picaba", recuerda Santana.

Marcelino Reyes es cestero y aprovecha este día para preparar el material con el que trabajara en los próximos meses.

Este pequeño grupo de amantes de estas tradiciones en remojo disfruta cada año, con motivo de las fiestas de La Rambla, de una jornada que supone un auténtico viaje al pasado. No solo se visten con ropas y lonas de antaño, sino que también cantan canciones y se gastan bromas picantonas: "Exactamente como hacía la gente de antes, que sabía hacer de todo una pequeña fiesta".

Poca gente disfruta en directo de este homenaje a un pasado no tan lejano. Algunos vecinos y turistas que, casualmente, pasean por la zona. En este rincón de la costa aún hay restos de antiguos lavaderos y el recuerdo de los abrevaderos para el ganado.

"Cantamos, bromeamos, nos peleamos, nos ponemos ordinarias, nos remangamos, nos caemos en el charco... Nos lo pasamos del diez. Por supuesto, nos llevamos la comida, pero no hay platos ni tenedores, solo gofio amasado que nos comemos a cachos", señala María Dolores entre risas.

"El proceso que nosotros hacemos dura poco, pero antes los chochos se dejaban todo el día en el charco, o incluso varios días, al cuidado de algunos vecinos de la costa", recuerda.

Anoche, en la llamada Fiesta del Humo, otra vieja tradición recuperada desde hace unos años en San Juan de la Rambla, Marcelino y María Dolores repartieron los chochos que se remojaron en la playa de El Prado.

El año que viene volverán a recuperar estas tradiciones durante la semana de las fiestas de la Virgen de El Rosario, en el encantador pueblito de la antigua Rambla de Los Caballos.