El espectro de festivales de cine crece cada año acumulando con ello citas y posibilidades para sus profesionales y el público, y también promoviendo encuentros y debates a propósito del mundo audiovisual. Pocas disciplinas artísticas tienen un calado tan social como el cine, consiguiendo conjugar a la perfección su dimensión artística con el ocio y el entretenimiento de su público. Por ello es un placer hablar de la aparición de un nuevo festival de cine y más cuando se desarrolla y es iniciativa en Tenerife. En esta semana pasada y hasta el domingo 9 de octubre se celebró en nuestras islas, concretamente en Santa Úrsula, Tenerife, el Festival Insularia. Un evento cultural que tuvo como eje la identidad de las Islas como espacio creativo y artístico y que reunió en su programa obras audiovisuales y películas que han sido rodadas en las Islas del Planeta. Una idea original y con muchísima carga afectiva que quiere perpetuarse en el tiempo y que va a ofrecer un programa alternativo y diferente a muchos otros festivales. No es la única iniciativa de la que estar orgullosos, Canarias, y concretamente Tenerife, a través del Cabildo y otras instituciones, está apostando muy fuerte por este sector audiovisual y es promotor de varias citas como esta. Podemos recordar festivales de los que ya hemos hablado como el Festival de Cine Medioambiental de Garachico (Fecmec) y del Canarias Surf Film Festival entre otros. Patrimonio natural, deportes acuáticos y ahora carácter isleño. Varias facetas que definen la identidad de Canarias y de sus habitantes y que son sus referentes y cartas de presentación ante el mundo.

Cultura isleña llevada al cine, o percibida a través del cine. Cabe suponer que la insularidad es una condición que define la creación y el arte de la misma forma que define un carácter o una forma de ser del isleño. Son las islas espacios de vida que por su situación aislada podrían suponer una forma de ser específica de sus habitantes. La condición insular produce una tremenda paradoja: si por un lado son geografías distantes y endogámicas, son también espacios abiertos al mundo acostumbrados a recibir la visita de otras culturas. Canarias es un gran ejemplo de ello, por un lado existe una realidad cada vez más relevante como es el Cine en Canarias donde cada año se acumulan más producciones extranjeras y nacionales que aprovechan nuestros recursos profesionales y localizaciones, así como ventajas fiscales, y por otro lado existe el Cine Canario, y en este sentido un discurso propio y diferente de entender el cine hecho por profesionales canarios.

El cine responde a identidades por origen. Cuando hablamos de cine español, francés, americano o asiático, por defecto estamos agrupando injustamente y etiquetando un conjunto de obras muy diversas. Sin embargo les aplicamos una visión reduccionista y estereotipada que no se refiere sólo a su origen, sino donde también pretendemos encontrar un estilo común y una manera de hacer y de ver. En estas etiquetas tiene mucho que ver el carácter de sus habitantes, pero a su vez también es el cine un potente embajador de identidad cultural, de forma que hablamos del humor inglés, del terror asiático, del cine de artes marciales, de las grandes producciones hollywodienses, del glamour francés... Todo es un continuo. El cine como embajador y a su vez el cine como resultado de una historia, una geografía, una raza, un espacio compartido, un folklore y tradición, es decir pura antropología.

El Festival trata de encontrar en la singularidad de cada una de las Islas del Mundo, un elemento común que permita un punto de vista y un análisis de sus manifestaciones artísticas. También se persigue una comunicación y un vínculo entre islas a través de la sección Islas en Red. Con un lema y una bandera tan potente como la de "Conectar las islas del planeta" no se puede fallar, porque la idea y su mensaje cala muy hondo en todos nosotros y nos coloca cerca de otras identidades a través del diálogo y el arte. Siguiendo esta reflexión el cine isleño debería entenderse bajo los parámetros y condicionantes que sus habitantes tienen y por ello deberíamos percibir aspectos comunes como: la omnipotente presencia del mar, las fronteras y las distancias, los recursos limitados, la hospitalidad y el aislamiento necesario. Todos ellos factores determinantes en el carácter y la tradición isleña que se debatieron en los espacios que el festival diseñó para el diálogo y la reflexión de los profesionales asistentes y el público del evento. El vino fue un gran detonante para fomentar el encuentro y la comunicación y varias catas de caldos insulares amenizaron y provocaron la experiencia compartida. Cine y vino, un maridaje perfecto.

Al Festival concurrieron las Islas del Planeta: desde Japón, Taiwán, Cuba, Islandia, Islas Baleares, Nueva Zelanda, Córcega, Lampedusa, República Dominicana, Haití, Azores, Madeira, Cabo Verde, Madagascar, y por supuesto, Canarias. Algunas son países como Japón o Islandia, otras forman parte de un país como puede ser Córcega, Madeira o las Islas Baleares. Concretamente con este último archipiélago se abrió un espacio necesario de colaboración entre cineastas y profesionales de Baleares y Canarias, ambos archipiélagos que comparten el espacio y la nacionalidad española. En total se vieron más de 130 obras que se han exhibido de forma gratuita. Ha sido en El Espacio Cultural de La Casona, con un aforo de más de doscientas localidades. Y han participado activamente voluntarios y escolares de la zona, tanto en su organización, como en sus actividades creativas. Un municipio volcado en la colaboración y en el mensaje de este evento cinematográfico.

Cada año Insularia pretende invitar a una Isla y rendir homenaje a su cine a través de las actividades del Festival y su jurado. Este año esta isla ha sido Cuba y se han podido ver varias producciones de entre los años 50 y 80 del cine antillano, uno de los más relevantes en Iberoamérica. En Cuba el cine se vive con gran intensidad y su Filmoteca exhibe de forma itinerante el cine cubano por cada rincón de la isla acercándolo a todos sus habitantes. El ideólogo del Festival, Juanma Villar Betancort, director tinerfeño, conoce bien el cine cubano, su documental "Playing Lecuona", codirigido con el realizador cubano Pavel Giroud, triunfó el pasado año en el Festival de Cine de Montreal y en la Seminci de Valladolid rindiendo homenaje a la cultura cubana a través de la música.

Esperamos que esta iniciativa se prolongue durante muchos años después de un gran estreno como ha sido esta edición novel. Nos gusta la frescura, el mensaje y la iniciativa de organizadores, patrocinadores, voluntarios y asistentes a esta cita entre insulares que es única en el amplio espectro de festivales de cine que nos ofrece la industria audiovisual nacional e internacional.