Decenas de barrancos cruzan de lado a lado la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Son como grandes cicatrices y siete de estas "heridas" merecen atención especial porque marcan la trama urbana, al margen de otros muchos que "presiden" zonas casi rurales como los distritos de Anaga (desde el interior del Macizo) y el Suroeste. Ahora, en otoño, cuando llegan las lluvias que tan tristes recuerdos traen a los chicharreros es el momento de cuidarlos y mantenerlos limpios. Así lo solicitó en el pleno del pasado septiembre el concejal de Ciudadanos Antonio Blanco, cuya exposición de motivos sirve de base a unas líneas que intentan mostrar una pincelada de estos "desconocidos".

Muchos barrancos se han ido ocultando a la vista por las necesidades urbanísticas inherentes al crecimiento poblacional. Respetar su discurrir primigenio, apuntalar el curso y limpiar el cauce son las claves para evitar riesgos, sobre todo en la zona baja de la ciudad. Estos son los principales barrancos de la orografía chicharrera, con una explicación didáctica similar a aquella que aprendimos (o no) de los grandes ríos de la Península. Sin pretender adoctrinar, porque ni siquiera los nombres son consensuados del todo.

Tahodio.- Desemboca en el barrio de La Alegría, en la zona del Real Club Náutico y el Muelle Norte. Su inicio se vislumbra en Monte Aguirre, zona boscosa de Anaga.

La Leña.- Soterrado en gran parte, salvo un tramo por su desembocadura, se ubica debajo de las dársenas portuarias. Su cuenca nace a unos 370 metros sobre el nivel de mar en la zona denominada La Degollada de La Asomada.

San Francisco y San Antonio.- Soterrados bajo las construcciones que, en el primer caso, forman las calles Doctor Guigou, Puerto Escondido y Ruiz de Padrón, así como la plaza del Príncipe. En cuanto a San Antonio, se sitúa sobre las vías centrales del barrio de El Toscal.

Barranquillo.- Engullido por la urbe, su cauce transita bajo calles como Horacio Nelson, Costa y Grijalba, y Robayna o la plaza Weyler.

Anchieta.- Quebrada que nace en el entorno de Los Campitos y en su curso surca Ifara, Pino de Oro o Los Lavaderos. En el tramo final se une con el de La Leña.

Santos.- El barranco por antonomasia. Referencia y arteria que viene desde La Laguna, pero es reconocido como símbolo en Santa Cruz. Ha condicionado por su largo curso el desarrollo de una ciudad a la que divide en dos. Para salvarlo se construyeron los puentes. En este orden cronológico, El Cabo, Zurita, Galcerán, Serrador y Loño. De arriba a abajo, serían Loño, Zurita, Galcerán, Serrador y El Cabo.

El Hierro.- Semiolvidado hasta hace poco. Casi invisible, transita en su tramo final por la zona de Cabo-Llanos tras recorrer Chimisay, Ofra, Tío Pino y Somosierra.

Historia, geografía, cultura, economía, sociedad... Nada se puede entender en Santa Cruz sin los barrancos. Atractivos y desconocidos, a recuperar, pero, sobre todo, a mantener en buenas condiciones para que no arrastren de forma incontrolada. Están ahí, junto a los vecinos. No frente a ellos.