Las voces de mujer se iban sucediendo, capitalizaban el espacio y el tiempo y, además, lo hacían sin tono grave, con esa misma sencillez con la que se impone la normalidad.

A la vicerrectora de Tecnologías de la Información y Servicios Universitarios, Maravillas Aguiar Aguilar, le correspondió dar la bienvenida al acto y entregar la palabra a Carmen Julia Hernández, directora de la Biblioteca de la ULL, quien a su vez introdujo a Isabel González Díaz, profesora de Filología de la ULL, que sirvió de prologuista a las lecturas de las creadoras Raquel Martín Caraballo y Cecilia Domínguez Luis.

Así, de manera encadenada, se fueron deshojando ayer las páginas de esta segunda entrega que conmemoraba el Día de las Escritoras y que cerró una lectura coral de textos a cargo del grupo de teatro de Filología de la ULL.

La original reflexión de Isabel González Díaz preparó al encuentro con el título "Locas del desván, lúcidas del asfalto, sesudas entre olas", casi entre suspiros, que puso a flote las imágenes de encierros lúgubres, paisajes claustrofóbicos y aquellos recurrentes pseudónimos que escondían identidades de mujer en un mundo dominado por hombres.

En su opinión, actos como el de ayer resultan "imprescindibles" para rescatar las obras y "surfeando" sobre las nuevas olas del feminismo "reivindicar la visibilidad", para así "ganar espacios y salir del desván".

Y concluía Isabel González recordando sobre las compañeras creadoras que "ambas son filólogas, voces reconocidas y ganadoras de certámenes literarios, galardones con nombres masculinos".

Con la lectura de "Un árbol de Rodwell (2014)", Raquel Martín Caraballo (Premio Félix Francisco Casanova y Pedro García Cabrera) trajo las voces de Virginia Woolf, Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik. "Tres mujeres merecedoras de recuerdo", dijo, que no desarrollaron una literatura complaciente, vivieron "tras el párpado de los ojos".

Rodmell es el lugar donde Leonard Woolf enterró los restos incinerados de su esposa Virginia después de que esta llenase los bolsillos de su abrigo con piedras y se lanzara al río Ouse para morir ahogada. Y es también la crónica de un descenso vital, una ruptura con la realidad lineal, una caída: el espacio simbólico y atemporal donde tres mujeres se reencuentran y se intercambian palabras de inmediato reconocimiento. "Todas las mujeres que te hablaron se congregaron a un tiempo".

Cecilia Domínguez Luis, reconocida con el Premio Canarias de Literatura, admite haber salido de su particular "desván oscuro".

El recitado lo comenzó con poemas de "La ciudad y el deseo", sobre sus estancias en diferentes ciudades del mundo. "Miré entre los puentes sabiendo que ya estabas más allá de las cosas", refiere sobre un paseo en el Sena (París) dedicado a su madre, fallecida.

Y continuaba desgranando su poesía desde ese conjunto de animales de su personal "Bestiario", como el perro: "Se creía caballo que llevaba el deseo de un niño sobre el lomo" . Hasta descubrir su singular calvario: tras cuatro meses y un día internada en un manicomio tardó cuarenta años en encontrar la voz precisa con la que dar forma a esa especie de "diario alucinado". Pura humanidad.

Isabel González Díaz

profesora de filología de la ULL

Raquel Martín Caraballo

escritora

Cecilia Domínguez Luis

escritora