Entender el agro gomero tiene una lectura complicada, ya que, mientras que en la Isla se han multiplicado los caudales de agua disponible en los últimos 40 años, sin embargo, la superficie regada ha retrocedido de manera preocupante, tanto en el caso del cultivo del mercado interior como los de exportación, desapareciendo el tomate y reduciéndose la platanera al 30% de la superficie cultivada hace cuarenta años.

No solo hemos de comentar la pérdida de regadíos en un territorio de cultura agraria muy arraigada, máxime cuando las condiciones de vida en la Isla han mejorado, sobre todo en comunicaciones, o instalaciones sociosanitarias, aunque se mantienen cuellos de botella de antaño; el minifundio y absentismo, problemas en la comercialización en una isla que importa más del 90 % del abastecimiento. Sembrar y plantar en La Gomera es algo más que disponer de los manantiales más importantes de Canarias -tras Marcos y Cordero-, y un importante complemento de presas, pozos y red de redistribución. Faltan los gomeros con ilusión, con las garantías económicas para los que cultivan la tierra. Ahora tenemos sueños de vivir esperando por un estado providencial, alejados del campo, del sacrificio y del trabajo tan familiar en la cultura gomera de antaño, lo que da lugar a unos campos cubiertos de maleza.

La Gomera tenía una cultura agraria muy arraigada; valga como referencia que gran parte de los regadíos del sotavento de Tenerife entre los años treinta y sesenta del siglo XX, tuvieron brazos y saber gomero, teniendo esta isla como tenía un conocimiento inagotable sobre el agua y la tierra; tenemos alternativas.

Nos referimos ahora a los suelos cultivables en las Lomadas del Sur y las terrazas más favorables en los barrancos del Norte. Otro paisaje, otra cultura es posible, como bien planteó el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, aquí y ahora impera el monocultivo y el pensamiento único, con un modelo económico que margina la diversidad, maltrata lo local, lo pequeño, lo nuestro, estamos deslocalizados en espacio y tiempo.

El agua, la tierra, la cultura del territorio, la agricultura como cultura, con vocación, pero también como obligación, que dignifica un territorio y a sus moradores, valoremos el suelo que pisamos, y no busquemos en el WhatsApp o los pokémon en el Roque Agando... y encontremos en La Gomera un territorio con personalidad, identificado con su paisaje, con su cultura, con su gente, su Parque Nacional, el potaje de berros y los frutos de la Isla, su identidad.

La escuela, los medios de comunicación, las señas de identidad, la formación profesional, la universidad han de preparar para que en La Gomera armonice naturaleza y hombre, en la que se asocie lo cultural, el territorio y el medioambiente. El Parque del Cedro no puede ser algo aislado de la cultura y el quehacer de los gomeros como gestores de un territorio cargado de carencias, en las que el monte y el mar aportaron bienes básicos para sobrevivir en una zona pobre en recursos, pero rica en voluntad de lucha y esfuerzo. La dignificación del mundo rural es la asignatura pendiente en La Gomera del siglo XXI. La escuela, la familia, la formación profesional, la mejora en la comercialización de los productos de la tierra, ley de arrendamientos que penalice las fincas balutas, la creación de cooperativas de trabajo temporal... incentivos para jóvenes que se incorporan al campo, la armonización entre turismo, agricultura, gastronomía y paisaje. En una palabra, dignificar económica y culturalmente a los campesinos.

El campo es mucho más que productores de alimentos, es una manera de vivir y convivir como pueblo, pero también gestión de territorio, cultura, semillas, plantas. No podemos cultivar la tierra y apagar los incendios con drones y dejar un tema tan serio como las semillas en manos de Monsanto, Bayer u otras multinacionales.

La dignificación del campo y los campesinos nos hace más libres y solventes. Rescatemos la cultura agraria como herramienta básica en la gestión del territorioº.

La alimentación de la humanidad no puede ser cosa de la robótica y los drones, ni La Gomera el primer lugar del planeta sin pastores ni agricultores.

La modernidad en La Gomera o en el mundo, no puede ser el alejamiento del trabajo y el entorno donde vivimos, para crear hombres y mujeres que ignoran y marginan su historia, sus raíces, sus paisajes, para buscar en la nevera los alimentos que podrían cultivar en la tierra. La escuela, los medios de comunicación, las instituciones y los padres tienen mucho que hacer, para que el próximo verano se haga uso del agua de las presas, tengamos menos personas ociosas, buscando comida en los bancos de alimentos. Es posible una isla más sostenible desde el punto de vista social, económico y ambiental, con más campesinos y ganaderos produciendo alimentos sanos, donde el campo y los campesinos tengan el trato y reconocimiento que se merecen.