"Por primera vez desde hace bastante tiempo me he atrevido a meter algún tema de Los Ronaldos en mis conciertos", avisa el actor, cantante y músico madrileño Coque Malla (1969) respecto a lo que le espera al público que decida ir el próximo 4 de noviembre al Auditorio Teobaldo Power de La Orotava. "Mi compromiso con el rock es inquebrantable", avisa el artista que protagonizará la última cita tinerfeña del X Festival Mar Abierto.

¿Esa puerta musical que le conduce a su etapa como cantante de Los Ronaldos no se atrevió a abrirla por miedo?

No exactamente, pero nunca entendí que Los Ronaldos era un monstruo al que debía de encerrar el resto de mi vida... Miedo no existió jamás, simplemente no le veía sentido a recuperar unos temas que no tenían que ver con el clima que les había dado a mis canciones en solitario. Lo que ocurre es que el espectáculo que se ha armado en torno a "El último hombre en la Tierra" es mucho más divertido y energético. Ahí sí que hay sitio para dos o tres guiños, no más, de Los Ronaldos.

¿No se siente encadenado al pasado?

Hubo un tiempo en el que sí que existió una competencia entre lo que proponía Coque Malla y el repertorio de Los Ronaldos, pero hace años que el músico pesa más que la leyenda. El público viene a verme por lo que soy gracias a "Sueños", "La hora de los gigantes" o "Termonuclear".

¿Oyendo sus últimos discos se percibe un grado de madurez que abraza la perfección?

¿Madurez? Yo prefiero decir que mi repertorio se ha hecho mayor de edad... Lo que pasa es que yo nunca he sabido muy bien lo que es la madurez en el mundo de la música. Me resisto a pensar que este oficio solo funciona en una dirección. La música es un universo sin límites que te lleva hacia delante, a la izquierda, atrás, a la derecha... No me siento un creador más maduro, aunque sí creo que a medida que cumplo años escribo mejores canciones. Las manzanas sí que maduran; la música no.

¿Pero con más de tres décadas de oficio, uno debe tener una visión periférica de los logros ya conseguidos y los que todavía están por venir?

No me obsesiona sumar años en la música, pero este es el único oficio que sé hacer bien... Esto es lo que me motiva a levantarme cada mañana. Este es un mundo infinito y estoy convencido de que solo he cubierto una pequeña etapa de algo que nunca acaba. Si pones mi discografía al lado de la de David Bowie puede que alguno crea que le estás contando un chiste.

¿Se ve alargando su carrera tanto como Bob Dylan, Leonard Cohen o Joaquín Sabina?

Sí que me veo en la música tantos años como ellos... Me veo porque esto no es un pasatiempo al que me pueda dedicar antes de hacerme carpintero. Este es mi oficio y lo seguirá siendo siempre. Si llego a los 80, que no sé si lo conseguiré, mis espectáculos serán distintos, pero el deseo es quedarme un poco más. No sé hacer otra cosa. Nunca entendí que esto fuera un hobby al que debía regalar mis años de juventud.

Desde que empezó en esto en el año 1984 habrá visto de todo. Rebosar recintos deportivos, vender muchos discos, tener que optar por formatos más pequeños o la crisis de la industria, ¿no?

Si lo analizas desde el punto de vista de un montaje en el que hay que resumir en un minuto lo que has hecho en 32 años sí que piensas: ¡Madre mía, esto lo he vivido yo! Lo que sucede es que el Coque Malla artista nunca ha sido demasiado consciente de las cosas que se quedaron atrás... No me engaño: yo nunca he llenado estadios, aunque tampoco estuve abajo del todo. Unas noches fueron a verme ocho mil personas y otras trescientas. Salvo a los que están arriba del todo y no vuelven más a la tierra, eso es algo que nos ocurre al resto de los cantantes en la misma gira. Los que estamos a mitad de tabla comprendemos que hoy tocas en Murcia y metes a cinco mil personas en un pabellón y mañana vas a un pueblo perdido en La Mancha y no van más de 150.

¿Coque Malla es un creador que concibe el hecho artístico como un proceso artesanal?

Sí que lo entiendo así porque no se me ocurre otra manera de hacerlo, pero un disco de Britney Spears también es un proceso artesanal. La diferencia entre lo que hace ella y yo está en el hecho de que, a lo mejor, Britney no lleva personalmente el proyecto y no es su obra. Coque Malla, en cambio, sí que supervisa toda la cadena de montaje. Eso tiene unas connotaciones más artesanales. Aunque pueda sonar romántico, todavía no se ha inventado una máquina que haga buenas canciones.

¿Se arriesga a hacer una radiografía del ciclo cultural que se vive en España?

No tengo claro que se trate de un momento, concretamente, de este momento... España es un país complicado para la cultura. No solo porque las instituciones estén en manos de unos políticos de un bando o de otro, o porque el gestor de turno sea más vago que el que está por venir... Nuestra relación con la cultura ha sido mala desde hace siglos. Basta con escuchar a Pérez Reverte para averiguar que Quevedo se moría de hambre. Este desinterés es algo ancestral. Para mí resulta extremadamente complicado realizar un análisis tan profundo porque las cosas me van de la ostia. En ese sentido, sé que hay muchos profesionales que están sufriendo la crisis, pero yo no tengo derecho a quejarme. También he trabajado como un burro.