Locuaz, extrovertido, gracioso, algo histriónico, casi como un artista de variedades, Álvaro Pérez Alonso, alias ''El Bigotes'', se presentó este viernes ante el tribunal como un "genio de la creatividad", un mago del márketing político, capaz de revolucionar la imagen "rancia" del PP y de transformar incluso el rictus "de mala leche" de José María Aznar.

Pérez, antiguo extra en la película ''Los Bingueros'', donde interpretó el papel de un sexador de pollos, hoy se plantó ante la sala para representar otro papel. Presumió de su "bigote espléndido" con el que lograba no pasar nunca desapercibido pero que no le servía para poner algo de orden en sus finanzas, que siempre fueron un desastre.

A lo largo de más de tres horas ha defendido, una y otra vez, que no tuvo arte ni parte en la gestión económica de las empresas de su jefe Francisco Correa y en los pagos que éste efectuó a distintos cargos políticos.

Pensar algo así no tiene sentido --ha argumentado-- ya que el cabecilla de la trama sabía mejor que nadie que no era persona de fiar en ese tipo de asuntos. "Lo repetiré para ayudar a los ríos de tinta: soy un desastre en eso", ha dicho, poco antes de pedir al presidente del tribunal que fuera benevolente con su vehemencia y de advertirle de que se le podía escapar algún taco.

De hecho llegó a Special Events, la primera empresa del grupo para la que trabajó, cargado de deudas. Fue Correa el que asumió como un reto personal lograr que limpiara "estos pufos".

Para conseguir dejar las cuentas de ''El Bigotes'' limpias, su "desconfiado y obsesivo jefe" controlaba al detalle cada uno de sus movimientos económicos, hasta el punto de que no percibía su salario hasta que el contable José Luis Izquierdo recibía la pertinente autorización.

"Le hice tal boquete a Special Events que casi me mata Correa", ha dicho y ha destacado que lo suyo no eran estos temas y que la desconfianza hacia él fue a peor con el paso del tiempo. "Al final no me dejaban ni respirar", ha agregado. En sus inicios, contaba con un despacho en la sede la calle Serrano que acabaron quitándole porque no estaba allí nunca. Tampoco rellenaba las hojas de coste y jamás usaba el ordenador.

YO, AL TAJO

A pesar de su mala relación con el dinero, sus permanentes deudas, sus embargos y los préstamos de amigos empresarios como Luis ''El Cabrón'' Delso, que luego había que cubrir, Álvaro Pérez tenía, según su relato, otras virtudes que convenían a Correa. Era un innovador, un artista con una misión: renovar la "imagen rancia" del PP de la época de Aznar y dejar entrar aires "frescos y dinámicos".

"Los que me conocen saben que yo siempre estaba en el tajo", a pie de mitin, controlando cada detalle de esos actos electorales que abrían, cada día, los telediarios. Actos, que según ha explicado, después copiaron todos los partidos, incluyendo los del "capullo", ha dicho en referencia a la rosa del PSOE.

Y eso que su misión no era fácil, ya según ha apostillado, el principal protagonista de aquellos actos era el expresidente del Gobierno José María Aznar. "Empecé bajando los escenarios a 50 centímetros de altura y a iluminar lateralmente. Aznar tenía la ceja muy poblada y ojos muy hundidos y parecía que estaba de mala leche, eso lo cambiamos", ha relatado.

Esta labor de producción y organización de eventos, en la que las empresas de Correa "no tenían rival", consiguió incluso que se comentara que Aznar "se había hecho un lifting". "No era eso, es que habíamos iluminado de otra manera", ha explicado.

Además de "iluminar" al expresidente, Pérez introdujo otros cambios revolucionarios en esos mítines hasta entonces "muy oscuros y grises" con excesivo gusto por las luces "rockanroleras" y demasiada presencia de la madera de haya, que ellos cambiaron por el nuevo color seña del PP, el azul.

Su relación con la formación, le trajo muchos disgustos y toneladas de trabajo que le obligaban a "currar" día y noche hasta el punto de dar su vida en ello. En el diario que su mujer comenzó a escribir cuando nacieron sus hijos, se le refleja como un padre ausente: "Mi mujer parecía soltera o viuda, yo no aparecía por ningún lado", ha recordado.

No conocía demasiado, sin embargo, a los cargos para los que trabajaba. El extesorero Luis Bárcenas ni siquiera sabía que existía, al exalcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda, sólo le unía una relación laboral, salpicada con alguna comida de trabajo, mientras que Gerardo Galeote era "un borde" y una persona "altiva".

La verborrea de ''El Bigotes'' ha logrado incluso quitar peso a su revelación sobre la grave enfermedad que sufre. Ha comunicado al tribunal que su cáncer de próstata le obliga a hacer frecuentes pausas para ir al baño. "Déjeme ir al menos un minutito", ha pedido al presidente. En el momento de su detención, hace siete años, no se lo permitieron y le tuvieron tres días con "el pantalón meado", ha relatado.

El mejor resumen de la jornada también ha salido de sus labios. Cuando abandonaba la sede de la Audiencia Nacional, Pérez ha rematado su trayectoria y los acontecimientos que le han llevado al banquillo de los acusados con esta frase: "A lo mejor es una putada lo del bigote al final, y era precioso".