Ocho años y 20 días después de la demolición de Cho Vito, justo al otro lado de la central eléctrica de Las Caletillas quedó desierto ayer Bajo la Cuesta. Los casi 150 vecinos del lugar abandonaron sus casas cumpliendo el desalojo forzoso autorizado por el juez al Ayuntamiento de Candelaria debido al "grave riesgo de desprendimiento" del talud. Cinco minutos antes de las nueve de la mañana se reunieron en la única calle del barrio, Manuel Olivera, y emprendieron la salida al grito de "Bajo la Cuesta no se rinde".

A las cinco y media de la madrugada, los efectivos de los cuerpos especiales de la Guardia Civil llegaron, aparcaron y ordenaron sacar los pocos coches que había en el núcleo. Los periodistas, a 100 metros de la entrada del barrio y sin perspectiva del interior. Testigos, los menos. Pero Bajo la Cuesta dio una lección de unidad, respeto y civismo (sin el apoyo in situ de Servicios Sociales) después de una noche larga para la mayoría de quienes habitaban las 55 casas. Muchos creen que fue "la última noche en nuestras casas". Están convencidos de que serán derribadas.

"El nivel de putrefacción de este desalojo es bestial", dijo Leandro, mientras Ramón, Lucía, Toño, Rebeca... Todos criticaban a la alcaldesa y al gobierno municipal. "Salimos por las buenas y nos tratan como si fuéramos de ETA".

El secretario municipal y la instructora del expediente de desalojo se personaron en torno a las 9:00 y levantaron acta, una por una y en presencia de un vecino de cada hogar, del precinto de cada vivienda. Se hizo por seguridad, se justifican desde el gobierno municipal. Los vecinos creen que es otro indicio de que "llegó el final que Costas quería para Bajo la Cuesta".

Quince familias cuya única viviendas están en el barrio fueron realojadas en el hotel Punta del Rey por el consistorio, otras cuatro en viviendas alquiladas. En unos días serán concedidas nueve ayudas. Mientras, Bajo la Cuesta cuenta con vigilancia.