No descarta estar acariciada por una conexión marciana que le hace analizar el fluir de la vida desde una posición elevada. "Siempre tuve al cielo como un compañero inseparable", rescata la artista Rossana Durán cuando recuerda sus rutinas en los apartamentos de México o Suiza. "En Tenerife encontré una nueva dimensión creadora", puntualiza la pintora que hasta el 11 de noviembre muestra en el espacio La Guayaba de la capital santacrucera (calle Carmen Monteverde Nº 32) su propuesta más reciente. "El minimalismo que se aprecia en algunos de mis cuadros es fruto de la ausencia de una pared en mi casa en la que poder colgar un cuadro de más de dos metros", apostilla de una colección que cobra vida a través del acrílico, la acuarela y el óleo.

Marc Kuhn, uno de los impulsores junto con Durán del movimiento artístico Col-Art, sigue con atención una conversación en la que aparecen nombres asociados a la historia de la pintura como Van Gogh, Matisse, Bonnard o incluso su compatriota Rufino Tamayo. Con estos referentes, sobra decir que la paleta de Rossana está al servicio del color. "Siempre he sido fiel al color; es el personaje principal de mis cuadros", admite sin apartar la mirada de una composición que preside una muestra que se puede visitar de martes a viernes, de 10:00 a 13:30 horas, y de 17:00 a 20:30 horas.

"Tenerife fue un hallazgo para mí -hace cinco años que reside una parte del año en Las Galletas-, no en el sentido de que me enseñara a pintar... Yo vine con ese don ya en mi interior, pero es verdad que originariamente mi pintura estaba dominada por unas tonalidades más oscuras: grises, negros, violetas...", enumera una artista que recientemente lideró junto a Marc Kuhn un intervención de Col-Art que se ejecutó en el Salón de Actos del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en la que participaron 48 artistas. "Esta vez he optado por una propuesta más personal", dice la azteca.

Rossana Durán concede un rol determinante al hecho de tener que sufrir la muerte de sus padres a una edad muy temprana. "Aquello marcó mi juventud y se convirtió en una plataforma para iniciar un largo peregrinar por las culturas más antiguas de oriente... Me propuse entender la esencia del ser humano más allá de aferrarnos a unos objetos más o menos tangibles. Empecé a experimentar cosas que no estaban en mi vida, una de ellas asociada con la práctica del tai-chi. Todo se entiende de una manera distinta cuando los días los percibes a cámara lenta", sintetiza sobre la búsqueda de los elementos a los que suele recurrir como creadora: agua, aire, fuego y tierra.

Antes de responder cómo quisiera que fuera entendida su pintura, Rossana recurre a Van Gogh para explicar que este buscaba "algo que fuera consolador". Ese punto de partida en Matisse es comparable, en opinión de Durán, con ese confortable sofá que encuentra en casa cuando vuelves tras una jornada de trabajo. "Son visiones distintas sobre una misma cosa... ¿Qué es lo que trato de transmitir en mi obra? Mi pintura es como la respiración: tomamos aire y la soltamos. Mi deseo es que esa sensación de frescor, me gusta incluso como suena esa sensación cuando la pronunciamos en inglés; fresh, entre en sus cuerpos, se transforme y salga al exterior", replica sin obviar que su gran desafío "es convertir lo pequeño en algo monumental. El valor de un cuadro no lo determina su tamaño, sino el contenido del mismo".

Enamorada confesa de la magia que envuelve al Parque Nacional de Las Cañadas del Teide, Rossana encontró en el mítico volcán una referencia "hermana" en la ciudad mexicana de Cuernava -núcleo poblacional ubicado a 85 kilómetros del sur de Ciudad de México y a 290 de Acapulco- en torno al pico del Popocatépetl. "La exposición creció en unos porcentajes iniciales en México y en Suiza, pero su forma final la adquirió en Tenerife", aclara de un proceso que está marcado por la enorme sutileza con la que la autora latinoamericana coquetea con el aire y los colores. "La distancia que hay entre el alma y la mano es muy pequeña; yo le doy libertad absoluta", concluye sin renunciar a una frase de Bonnard: "El color en sí mismo expresa luz, masa y un clima pictórico".