Sublime Logia Capitular de Perfección Añaza 270. Es el nombre completo de la potente hermandad masónica que creció en la isla entre 1895 y julio de 1936 -cuando sus miembros fueron eliminados y muchos "vilmente asesinados" tras el golpe de Estado de Franco-. Fue repetido anoche en el Casino de Tenerife hasta la saciedad. Los masones lo utilizaron con orgullo durante la Tenida fúnebre que organizaron para desagraviar a sus hermanos, 80 años después de la desaparición física de la mayoría de ellos. Unas 170 personas llenaron el salón de actos de la señera institución ubicada en la plaza de La Candelaria convertido por una noche en templo masónico. La Tenida era blanca, es decir abierta a todos. Iniciados o no. Masones o no.

El presidente, Jesús Soriano, Grado 33, recordó a sus compañeros fallecidos durante la ceremonia. Un sillón cubierto con un velo negro y el dibujo de una calavera y dos tibias cruzadas representó a la Logia desaparecida. Detrás del presidente los miembros del Supremo Consejo de España, entre ellos los políticos socialistas Jerónimo Saavedra y Florentino Guzmán, observaron la actuación de sus hermanos durante la hora de Tenida.

Soriano adornó el discurso con alusiones al ser humano y a la muerte. Mezcló la palabra con el silencio y la introspección dejando que la música fluyera entre referencias al Gran Arquitecto Universal o al Gran Oriente Eterno (la muerte), que dieron paso al ritual, el mismo desde 1811.

El diálogo de Soriano con el Primer Vigilante, situado justo enfrente, y el discurso de este, que "se transportó" al mundo de sus hermanos fallecidos, precedieron al acto central de la ceremonia. El Segundo Vigilante y el Maestro de Ceremonias fueron los otros actores principales.

Los cuatro desgranaron el tributo a sus hermanos, "generosos y virtuosos", sobre una mesa-ataúd, en el centro de la sala flanqueada por las dos filas del público. Rosas blancas, primero; el vino, el agua y la leche "esparcidos", después, y las hojas de acacia, el árbol "indestructible", por último, fueron arrojados sobre el féretro. Como el incienso derramado que acabó de llenar lo que empezó vacío.

Todo medido al milímetro. Pausas, silencios, música, gestos, velas... O la luz plena porque "nada obliga a hacerlo en la penumbra".

Un tributo a "la memoria de los dignos masones que no olvidaremos jamás". Dignos y virtuosos, buscadores de luz, sensibles, humanos, tolerantes, generosos, justos... Dolor pero esperanza.

La intención era desagraviarlos después de 80 años. Y fue simbólico el acto previo al final de la Tenida. Jesús Soriano desplegó un documento con los nombres de los aproximadamente 300 masones que formaron parte de la Logia Añaza (así, abreviado, como pasó a la historia), "prohombres y y benefactores de la ciudad". Con mimo lo depositó sobre el sillón con velo negro e invitó a "marchar en paz". Lo de anoche fue por ellos.