Un flechazo que aún tiene clavado muy adentro fue el que sintió Alexandra Rinder cuando, "con ocho o nueve años" y "empujada" por su hermano, se metió en el agua a practicar el bodyboard.

Un decenio después, la joven, hija de una alemana y un austriaco, nacida en Gran Canaria y criada en Tenerife -reside actualmente en Los Menores, en el municipio de Adeje-, ya presume en su vitrina de dos campeonatos (2014 y 2015) y un subcampeonato mundial (2016) de su especialidad.

Rinder combinó los estudios de una adolescente cualquiera con la dedicación deportiva. Sin embargo, llegó un punto, una vez logrado su primer título mundial, en el que, de acuerdo con sus padres y patrocinadores, tuvo que elegir: su pasión tomó la delantera.

"Vivir del bodyboard no es fácil. La decisión de dedicarme exclusivamente al deporte fue compleja. Estaba el riesgo de que no saliera bien, pero fue al revés", explica. Eso sí, no pierde de vista la vida académica. El propio deporte, o el marketing y la publicidad copan sus anhelos cuando "el tiempo" se lo permita.

Hace escasas fechas concluyó un mundial agridulce para la "rider". En un certamen tan corto -solo cuatro pruebas en el año-, los contratiempos se pagan. "En Brasil me puse mala de gripe. Estuve en cama casi una semana. Luego, en las semifinales de Chile, choqué con la espalda contra las piedras", rememora.

Al final, lo máximo que pudo conseguir fue el subcampeonato tras vencer en una de sus olas preferidas, la de Nazaré -Portugal-.

Concluido un reto, comienza otro de envergadura colosal: el cambio de tercio con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 como telón de fondo. El surf, uno de los cinco deportes que entran en el programa olímpico de cara a la cita nipona, ha pasado a copar sus horas dentro del azul marino.

Las aguas de la playa de Almáciga -Santa Cruz de Tenerife- acogen estos días a la joven -solo cuenta con 18 años- adejera. Seis días a la semana de entrenamiento pueden ser completados con el domingo, su día de "descanso". La rutina depende de las condiciones del mar. "Si hay olas, también voy al agua el domingo", sonríe.

Todo el tiempo invertido es poco a la hora de mejorar, debido a que el "surf es un deporte muy técnico y que va cambiando. Por ello necesitaba un entrenador que me ayudase a avanzar más rápido".

En este sentido, el proyecto olímpico de Rinder no se puede entender sin la figura de Sergio el "Chacho" Rodríguez. El jugador de baloncesto de la NBA se ha convertido en el mecenas de su paisana y en el gran impulsor para que la deportista del Sur de la Isla cumpla su sueño olímpico.

"Yo había empezado a surfear y me gustaba la idea de mejorar en este deporte. Sergio me ha dado la oportunidad de intentarlo. Gracias a él tengo entrenador y muchas más posibilidades de ser olímpica de aquí a cuatro años", reconoce una tinerfeña que guarda la esperanza de que algún día el bodyboard aterrice en la esfera del olimpismo.

En caso de que consiga su propósito clasificatorio, Rinder deberá decidir por qué país compite. Y es que, de momento, no posee la nacionalidad española, mientras que sí ostenta la alemana y la austriaca. "En el mundial de bodyboard no solicitan ninguna nacionalidad y yo siempre compito por Canarias".

Hace unos años, ella y su familia intentaron lograr la nacionalidad española, aunque no tuvieron éxito. "La selección española de Surf me quería. Estuvimos varios años intentándolo, pero al final no salió nada adelante".

Alexandra reconoce que la situación es un poco "liosa" y afirma que es un tema que ahora mismo no se está abordando. "Vamos a tener que trabajarlo de cara al futuro, pero aún no lo hemos hablado con Sergio -Rodríguez-".

Sea como fuere, está plenamente centrada en sus exigentes entrenamientos, cual deportista de élite. En estos momentos, orientada a la estela olímpica, pero sin perder de vista el deporte que le vio crecer, el bodyboard.

"Mi objetivo para el año que viene será hacer otra vez el Tour de Bodyboard e intentar ganarlo. Tengo mucha motivación para estar ahí arriba otra vez", señala la bicampeona. La competitividad no exime para que cada vez que entra al mar, lo haga con el objeto de, "como siempre, pasarlo bien".