El secretario general de CC, José Miguel Barragán, insistió anoche en TVE en Canarias en que su partido hará todo lo posible por invertir los gobiernos en el Puerto, Granadilla y Arico antes del 27 para que cogestionen con el PSOE y con alcaldes socialistas. Sin embargo, sigue topándose con una realidad que, según ha podido comprobar El Día, no se entiende muy bien de Tacoronte hacia abajo o de Güímar hacia la capital y en otras islas.

En el Puerto de la Cruz sí se sabe y se le podría poner un nombre: el código Brito. Un esquema, en principio, simple, pero que sintetiza decenios de lucha política, de idiosincrasia, sociología, trayectorias personales y de partidos que hoy mantienen Sandra Rodríguez y Juan Carlos Marrero, y cuya máxima no dejó de repetir el exalcalde desde los años 90: "Un pacto CC-PSOE es antinatura". Marcos Brito lo creía, a fondo, para toda institución, pero, sobre todo, para esta ciudad. Este herreño profesor de Literatura afincado en el Puerto y que fue edil en el tardofranquismo (desde 1972) y alcalde cuando aún se designaban a dedo se retiró de la política con los primeros comicios (1979), pero volvió en 1987. Paco Afonso, padre del actual consejero de Justicia, había ganado con una mayoría absoluta holgada de 12 ediles de 21 (un 50,59% de voto) en 1979. UCD logró 6 y la Asociación Independiente Portuense, 3. Sin embargo, la gran ola socialista del 82 y la gestión de Afonso en una ciudad que, pese a la dictadura franquista, siempre estuvo abierta a las ideas democráticas europeas por ser un referente internacional del turismo hizo que, en mayo de 1983, esa mayoría fuese aplastante, con 17 concejales, un 72% de los votos y con unas más que alejadas AP (3) y Agrupación Independiente Portuense (1).

Esto convirtió al Puerto en un referente socialista en Canarias y, por tanto, en el rival a batir para cualquier visión de centroderecha, que era la de Brito. Es más, para no pocos, mucho más de derechas que de centro. Esa mayoría, además, reforzó a Afonso como un político con mucho futuro a otras escalas y se especuló enseguida sobre que sustituiría a Saavedra. Su juventud y cualidades, principalmente por su cercanía a la gente, convencieron pronto al Gobierno de Felipe y lo designan gobernador provincial en 1984. Por desgracia, el implacable incendio gomero de septiembre de ese año segó su vida y la de otras 19 personas. Convertido casi en mito local, tal y como refleja su escultura, su herencia la recogió Felix Real, que le había sustituido en la Alcaldía cuando renunció. Real gobernó 3 años con cierta facilidad, pero Brito ya apreció muchos motivos para intentar volver al poder al creer que la gestión económica, sobre todo, dejaba mucho que desear y no paró desde entonces de hablar de deuda y herencia recibida. No obstante, Real obtuvo otra mayoría absoluta, si bien bajó a 12 (51,54%). Brito se presentó con ATI, entre otras razones porque, extinta la UCD, era la fuerza emergente en la Isla ante una AP que se seguía vinculando demasiado a la oscuridad franquista. En ese 87, logró 4 ediles (20,4%).

Desde entonces, encabezó con dureza y tesón una oposición que, en 1991, ya le permitió subir a 5, aunque el PSOE también ascendió a 13. Pero el gran cambio no tardó mucho más. En 1995, y pese a tener otra vez 5 y el PP, 6, Antonio Castro le permite ser alcalde tras la célebre censura a Salvador García. El PSOE, por fin para su visión, dejaba el poder. El gran adversario, a la oposición. En 1999, García recupera el poder (11) y Brito sube a 8, mientras un dividido PP baja a 2; pero, en 2003, CC se acerca a su gran sueño: la mayoría absoluta. Obtiene 10 y Brito vuelve a gobernar con el PP, "el aliado natural", pues jamás concibió un pacto con el PSOE y hoy no pararía hasta evitarlo. De hecho, cuando en 2007 le desbanca Lola Padrón tras su acuerdo con el PP de Eva Navarro, repitió sin cesar lo de pacto antinatura hasta que, en 2009, tras otra censura y hasta ahora, PP y CC vuelven al poder y, por lo menos por el comité local y los 4 ediles de CC, seguirán igual.

Es el código Brito, aunque muchos ni lo sepan ni entiendan, aunque, paradójicamente, Paco Linares, encargado de convencer a esos concejales, sí lo sabe.