El arte y la ciencia siempre han tenido una relación intensa. Hace siglos los científicos acudían a los ilustradores para mostrar sus investigaciones al mundo. Sabían que ellos tenían el conocimiento, pero que los diseñadores eran los únicos capaces de dibujar esa información. Los catálogos de Botánica que conocemos no existirían sin ellos. Hoy las tecnologías gráficas avanzadas amenazan con volver a transformar el modo de ver y entender la ciencia. La animación 3D, que se está usando sobre todo en la industria del videojuego o de los dibujos animados, donde es más rentable, tiene muchas posibilidades dentro de la enseñanza. Puede emplearse para recrear el funcionamiento de una célula o visualizar el contagio del VIH o del virus de la malaria. No se trata solo de que el aprendizaje mejore sustancialmente, sino que la información se amplía: por primera vez se están convirtiendo en secuencias investigaciones que solo se habían visto en dos dimensiones y nunca en movimiento.

Este laborioso trabajo -para hacer un vídeo de diez minutos en tres dimensiones son necesarias tres personas trabajando durante diez meses- ya se está llevando a cabo en la Universidad de La Laguna (ULL). El Laboratorio de Fabricación Digital (Fablab) de la Facultad de Bellas Artes tiene la misma edad que la sede nueva de Guajara: este es su tercer curso. El profesor Drago Díaz es uno de sus impulsores. Hace unos años, cuando visitó el Fablab de Barcelona, un laboratorio vinculado a la arquitectura, supo que quería montar uno en Tenerife. Tuvo que esperar a que Bellas Artes se mudara y tuviera una escuela en condiciones para hacer realidad aquel propósito. Pero, ¿qué es un fablab o un laboratorio de fabricación digital y por qué es importante que esté vinculado a una universidad?

Un laboratorio de fabricación digital es un espacio que se caracteriza por su transversalidad: los temas que se tratan son diversos y muchas veces tienen que ver con su origen, es decir, con quién -en este caso qué facultad- lo puso en marcha. El de La Laguna no nació con una finalidad didáctica, pero la casualidad hizo que fuera así.

Una conversación entre varios docentes de Bellas Artes y el inmunólogo Agustín Valenzuela, profesor de la Facultad de Medicina, propició la colaboración entre expertos de distintas áreas. "Surgió tomando un café, por casualidad, como nacen muchas de las cosas que funcionan", dice el profesor.

El Fablab de la ULL trabaja en dos campos: animación y modelado 3D, es decir, "genera vídeos que explican unos contenidos concretos y diseña y construye modelos físicos". Estos últimos son más comunes. Se trata de puzzles en tres dimensiones. El único trabajo para alumnos no universitarios que han hecho es el del funcionamiento de una célula, que tiene una parte física y otra virtual, y que financió la Fundación para la Ciencia y la Tecnología. Cualquier colegio o instituto puede usar el vídeo de manera gratuita y, si tiene una impresora en 3D, imprimir el modelo físico, un puzzle, y trabajar con él. Si no, pueden usar el servicio que ofrece la facultad para ello. "Solo cobramos si tenemos que imprimirlo nosotros, porque tiene un coste y con eso nosotros nos financiamos".

Los docentes probaron el proyecto en cuatro centros y el resultado fue un éxito. "La enseñanza tiene que adaptarse a las tecnologías que ya manejan los pibes con su móvil". Por eso es tan importante todo lo que están haciendo en 3D y en movimiento. El vídeo de la célula es una animación de su fisiología y morfología, el contenido que se imparte en Secundaria y Bachillerato. El vídeo completo está en tres idiomas -inglés, francés y español- y una parte en chino, porque se ha presentado a un concurso de la Academia de las Ciencias del país asiático.

Aunque a simple vista no lo parezca, realizar un vídeo de estas características da mucho margen a la creatividad. Hay partes de estos procesos que no se han visto nunca y esos "vacíos" que hay que hilvanar en secuencias permiten que el diseñador plasme su mirada.

El Fablab también ha desarrollado otros vídeos para másteres financiados por la propia Universidad. En este campo, asegura el profesor, la ULL "es pionera" en todo el país. El Instituto Pasteur les ha asesorado en algunos vídeos y les ha encargado que hagan uno sobre el contagio de la malaria. Pero no son los únicos que han visto en este laboratorio -que forma parte del Segai (Servicio de Apoyo a la Investigación) de la ULL- un aliado. La multinacional Thea y el Astrofísico de Canarias también se han sumado a la cartera de clientes.

Díaz explica las ventajas de hacer este tipo de innovación. "Un profesional que está en el sector privado no va a explorar ese aspecto, porque no hay dinero y porque generar una imagen de especialización científica exige un asesoramiento técnico muy especializado. A las empresas que hacen 3D hoy les interesa trabajar en ámbitos más lucrativos".

El vídeo para la célula recibió una financiación de 15.000 euros, pero ese trabajo cuesta, en realidad, 10.000 euros más. No han podido hacer más producciones didácticas para estudiantes no universitarios porque apenas hay convocatorias en las Islas y la competencia a nivel nacional, en plena crisis, es muy dura. Lo bueno es que el Fablab puede sobrevivir con los encargos que van llegando y con el doctorando que han podido contratar gracias a ser un servicio universitario.

Su labor no se queda ahí. El año pasado formaron a un centenar de personas en cursos "de alfabetización digital". Este año llegarán a las 200. "Diseñamos el modelo de negocio y a la vez construimos el entramado de personas que puedan demandar ese modelo de negocio".