Hay un periodismo que se empeña en abrirnos todos los días el camino hacia el desastre; un periodismo conspirativo que sólo vende malas noticias desacuerdos y conflictos, que ve oscuras tramas por todos lados; un periodismo que convierte el lenguaje en vitriolo y a los sinvergüenzas en fuentes solventes. Hay también un periodismo que miente, que destruye sin caridad alguna la honra de quienes no pueden defenderse; un periodismo histrión y pendenciero que defiende con salvaje fiereza una interpretación "sui generis" de la libertad de expresión que sólo protege a los periodistas venales y sin escrúpulos. Y también hay un periodismo cínico y despiadado que olvida el sufrimiento humano o saca partido de él; un periodismo que exagera y nos mete el miedo en el cuerpo; un periodismo que inventa delitos, enfermedades contagiosas y células terroristas dónde sólo hay hombres y mujeres desesperados, intentando labrarse un futuro. Un periodismo acobardado ante los cambios, empeñado en sostener contra viento y marea un mundo que hace décadas que ya no existe.

Y hay también un periodismo ilusionado y fértil, hijo de la escasez y del esfuerzo, del tesón y la decencia, que se manifiesta en las publicaciones de isla menor, en la apuesta de periodistas independientes y honestos por crear opinión pública en territorios dónde no estaba señalado que debiera existir...

Desde la modestia de sus medios, la prensa independiente de isla menor, de la que el periódico conejero Lancelot es el mejor y más antiguo de los ejemplos en activo en Canarias, es justo lo contrario de ese periodismo bastardo y miserable que hoy se adueña por todos lados de vetustas cabeceras y de novísimas redes... Lancelot celebró ayer sus 35 años de existencia, casi como única superviviente de la prensa de isla menor, con vocación netamente comercial, con solvencia profesional y con una decidida renuncia a la práctica de la extorsión mediática y el chalaneo con el poder político o económico de turno.

Lancelot, el viejo y querido periódico de César Manrique, Leandro Perdomo y Agustín de la Hoz, remozado en revista mensual desde hace poco más de dos años, es el periódico decano y el ejemplo de todos los proyectos de comunicación de las islas menores, además de la cabecera matriz de un grupo pegado a Lanzarote que ha logrado extenderse y prosperar en otras actividades siempre vinculadas al mundo de la comunicación y los servicios relacionados con ésta.

La apuesta por sobrevivir en un contexto de crisis de lectores y de mercados que afecta incluso a los más grandes, es muy difícil de ganar. No es preciso recordar aquí los defectos y limitaciones de una oferta informativa en muchos casos con los mismos defectos y limitaciones del territorio insular en el que Lancelot se publica y difunde. Pero lo que sí ha logrado Lancelot es demostrar su vocación de riesgo y su voluntad de servir desde un periodismo independiente en lo político, pero implicado con las realidades y los afanes de la Isla, los intereses de todas sus gentes.

Felicidades a los amigos y colegas de Lancelot, por su periodismo local, un periodismo cercano, de aproximación, que es hoy el mejor ejemplo de cómo deben hacerse -con modestia, tesón, interés por los hechos, afecto por lo menudo y decencia personal y profesional- las pequeñas grandes cosas que al final dejan una huella permanente en el mundo de la información.