Durante años soportamos la cantinela de que con el cambio de milenio no enfrentaríamos al fin del mundo. A la gente le daba igual que en realidad el año 2000 tuviera su origen en el calendario gregoriano, una conveniencia arbitraria creada por la Iglesia en 1582 para sustituir un calendario anterior establecido por el mismísimo Julio César. Llegó el cambio de milenio y no pasó nada. Pero la fe en el apocalipsis es inquebrantable y entonces empezó la matraquilla con el fin de los tiempos previsto en el calendario maya para el año 2012. Y llegó el 2012 y tampoco pasó nada. Nada de lo previsto.

Pero en realidad sí que han pasado cosas. El planeta afrontó la mayor catástrofe económica desde los años 30 del siglo pasado, una crisis que afectó a la deuda de los países y las familias y que dejó a miles de personas sin hogar y ni trabajo. Para mucha gente fue de verdad el fin de su mundo. No vino el anticristo: bastó con la llegada al buzón de una carta de desahucio.

El año próximo, que anda a la vuelta de la esquina, podría convertirse en el más difícil que vayamos a afrontar en el siglo XXI lo que, considerando lo que hemos vivido hasta ahora, es mucho decir. A nivel internacional el planeta se estrenará con dos matones de bar al frente de las dos mayores potencias militares. Vladimir Putin y Donald Trump prometen formar una especie de imprevisible dúo Pimpinela. Las decisiones de Trump en materia económica pueden tener consecuencias imprevisibles para el resto de los países en un mundo que funciona con la referencia del dólar. "Estados Unidos primero" es el eslogan de un presidente contrario a los tratados comerciales, que subirá los aranceles para proteger los productos nacionales y practicará una política de aislacionismo. América para los americanos. Se acabó la globalización. Y la OTAN en almoneda.

La vieja Europa afronta ese nuevo escenario en la peor circunstancia y la mayor de las debilidades. Gran Bretaña abandonará la Unión Europea que, para muchos, quedará tocada de muerte. Los británicos también se han apuntado a la gran oleada nacionalista que quiere levantar fronteras y blindarse ante el fantasma de una inmigración que consideran responsable de robar el trabajo de sus ciudadanos. La ultraderecha europea crece electoralmente sobre la base de denunciar que los emigrantes invaden y degradan nuestras sociedades y nuestra cultura. La ultraizquierda crece electoralmente con un lenguaje populista basado en denunciar el desempleo, la desigualdad y el fracaso de las políticas liberales. En realidad Europa fue una tierra de emigrantes y las políticas liberales han creado el mundo desarrollado (infinitamente mejor que el otro mundo resultado del fracaso del comunismo) pero todo eso da igual cuando de lo que se trata es de aprovechar la cólera de la gente.

España tendrá que lidiar con ese mundo de crispaciones e incertidumbres y con sus propios demonios familiares. El desafío de Cataluña es convocar el referéndum soberanista o unas elecciones constituyentes el próximo año. La respuesta de Mariano Rajoy ha sido formar un Gobierno en el que ha puesto a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría al frente de un último proceso de diálogo mientras afila los cuchillos en Justicia e Interior. En Moncloa ya se trabaja sobre los supuestos jurídicos de una ruptura institucional de Cataluña y sus consecuencias: disolución de la autonomía y sus instituciones, procesos sumarísimos contra sus autoridades... No es un simulacro, es la guerra. Un escenario bélico que ya tiene fecha: septiembre de 2017.

Por primera vez en la historia de la democracia, el Congreso de los Diputados está escindido por un violento hachazo político. A un lado los partidos constitucionalistas, que creen en España a través una fórmula de Estado que garantice la unidad y solidaridad territorial. Son la derecha, el centro y la izquierda socialdemócrata. Y por el el otro los partidos separatistas, que creen en una España plurinacional, donde algunos plantean la existencia de múltiples estados soberanos. Son la ultra izquierda y los nacionalismos independentistas. Dos bloques, dos mundos irreconciliables en colisión.

Si alguien se está planteando jubilarse o seguir estirando un par de años la cosa, mi consejo es que no se lo piense. Lo mejor es atravesar el año que viene en chancletas y pantalón corto, sentado mirando el mar y sin leer la prensa ni ver la televisión. Para qué llevarse más disgustos enterándose de las cosas. Mejor hacernos aislacionistas de nosotros mismos. Para lo que nos queda en el convento....