El afán político por generar desde la llegada de la democracia en España "un universo mimético" de espacios públicos donde "todas las ciudades quisieron tener su parque de esculturas" a cualquier precio ha provocado en varios lugares "museos de los horrores", advierte Martín Chirino.

En un encuentro con Efe con motivo de la clausura del seminario "Escultura y monumento público" que ha organizado su Fundación, Chirino defiende que, aunque algunos proyectos iniciales fueron acertados, otros que se acometieron tratando de imitar a los primeros sin criterios adecuados "no se pueden ni mirar"

"Las esculturas tienen que tener el espacio previsto, el cuidado que necesitan y, sobre todo, han de ser obra de escultores que hacen escultura de verdad", sentencia el artista grancanario.

Chirino reconoce "una cierta preocupación" por la situación del arte, sometido desde hace tiempo a "un momento de contaminación".

"Antiguamente había pintores, escultores, arquitectos... todo el mundo tenía su espacio acotado. Sin embargo, en la contemporaneidad, resulta que todo el mundo puede ser un pintor o un escultor, y eso no es verdad", argumenta

El veterano creador grancanario subraya que, muchas veces, se percibe "perfectamente" que determinadas esculturas "carecen no solo de intencionalidad, sino de la visión, de lo que es normal para que una escultura sea tal, para que tenga presencia".

Martín Chirino enmarca ese fenómeno en un contexto en el que, tras décadas de dictadura que impusieron el concepto de que la cultura, como otros bienes, era solo un privilegio al alcance de unos pocos, la llegada de la democracia promovió su popularización "apresurada", dando lugar a interpretaciones erróneas.

"Se convirtió en algo así como un objeto de uso, cosa que no es verdad, porque la cultura es algo para la excelencia, es algo perfecto, y no todo es cultura", sostiene.

En esa coyuntura, el escultor apuesta por un cambio de enfoque que permita poner al arte en el lugar que debe ocupar, que "no es una broma casual, no es un hábito insólito" y, en consecuencia, "no es todo lo que la mayoría de las veces nos dicen que es".

Por ello, defiende que las autoridades deberían hacerse asesorar por profesionales de cada materia al emprender un proyecto, sea escultórico o de cualquier otra naturaleza.

Martín Chirino plantea estas reflexiones con motivo de la clausura del seminario "Escultura y monumento público" que ha celebrado la fundación dedicada a su obra en su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, un acto en el que va a intercambiar impresiones con el crítico de Arte y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Castro Flórez.

Este último también critica el "auténtico desastre" que se ha producido en las últimas décadas, a su entender, en materia de generación de esculturas en espacios públicos.

Ya que, tras épocas en las que primó el monumento conmemorativo, dedicado a ensalzar héroes o hechos históricos que contribuyeron a configurar la identidad de estados o comunidades, "hoy lo básico del monumento es que genere espacio público".

"No es que sea una obra pública, sino que genere un comportamiento diferente del ciudadano", y eso no se ha respetado, defiende Castro Flórez, en declaraciones a Efe.

Como prueba de ello cita "las obras que han sido capaces de cohesionar su emplazamiento, de crear lugares, de reorientar espacios, de generar nuevas dinámicas del ciudadano las que se han convertido en obras importantes", mientras que "todo lo demás son inercias".

"Y el problema es que en España esas inercias han llevado a una escultura muy vinculada a una política megalómana, desorientada", y con "una especie de dimensión pirotécnica, porque se hacen grandes proyectos, pero al poco tiempo los políticos sienten desafección, se preocupan por su voto y van y los mutilan. Y pueden lo mismo, cortarte una escultura como desmantelar un edificio", advierte.

El crítico cree que se trata de "una dinámica bastante preocupante" que ha generado fenómenos como "que los propios arquitectos sean escultores o entiendan sus obras como mamotretos escultóricos", lo cual "es una de las grandes aberraciones que han marcado la dinámica del país".

Frente a ello, aboga por "pensar qué intervenciones actuales permitirían crear espacios que generen comunidad", así como "cuáles son las funciones y las prácticas que el arte público es capaz de generar".

"No necesitamos obras decorativas, sino obras que, a través de la forma, orienten a cambiar el comportamiento que tenemos y nos permitan intensificar nuestra vida y, sobre todo, ojalá, generar un debate democrático", concluye.