La velada empezó con una modificación en el elenco artístico -la soprano Giuliana Gianfaldoni tuvo que sustituir a la indispuesta Arianna Vendittelli- y acabó como la "Crónica de una muerte anunciada" de García Márquez, es decir, con el cuerpo sin vida de Carmen tendido en el centro del escenario de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Esta "Carmen" no traiciona la esencia que le imprimió Georges Bizet. No importa que Nicola Berloffa la haya ubicado en una lóbrega escenografía de la postguerra española... Su presentación coral -con instantes maravillosos creados por los componentes del Coro de la Ópera de Tenerife (Carmen Cruz) y el Coro Infantil de la Ópera de Tenerife (Juan Ramón Vinagre), el hermoso pasillo coreográfico que construyeron los miembros de Ballets de Tenerife al arranque del segundo acto y las voces Na''ama Goldman (Carmen), Giuliana Gianfaldoni (Micaela), Walter Fraccaro (Don José) y Ricardo Seguel (Escamillo), los más ovacionados por un público que se entregó al sentimiento español que transmite esta ópera francesa, convirtieron la primera puesta en escena de "Carmen" en una golosina irrenunciable. Unas veces alegre, picantona y zalamera; otras dubitativa, frágil y tenebrosa. Así fue la propuesta que anoche creció envuelta de unas sonoridades patrias bajo la dirección de Massimiliano Stefanelli. La furia de la gitana más universal no solo se retuerce en el alma de Goldman, sino que salpica a sus compañeros: los espectadores disfrutaron con la aparición de Micaela en el tercer acto. Desde el interior de una estampa dominada por las tonalidades oscuras -negros, grises y marrones- en las que cabe un guiño a las producciones más vanguardistas, la belleza de un título que no necesita grandes alardes para encontrar la complicidad de una clientela generosa se vio notablemente mejorada por una dirección escénica y musical dinámica y unos criterios de calidad altos: Carmen murió, pero la otra "Carmen" está viva.