En "Mujeres del Congo" retrata el horror descarnado de unos seres vivos que sobreviven milagrosamente en el campo de batalla, un proyecto fotográfico en el que contó con la solidaridad de la periodista local Caddy Adzuba que, además de exponer un drama anclado en el tiempo, sirve para denunciar ante Naciones Unidas que la Convención 1325 del Consejo de Seguridad de ONU no se aplica. "No sé si llamarlo denuncia o toque de atención, pero este problema hay que mostrarlo", asegura la fotógrafa barcelonesa Isabel Muñoz, Premio Nacional de Fotografía 2016, en referencia a la exposición que se puede ver hasta el próximo 4 de diciembre en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife.

¿Cuando se recibe un premio de este calado el galardonado tiene la sensación de que lleva tiempo acumulando méritos?

Yo no sé si hay una consciencia real o no, pero en mi caso sí que llevo muchos años sintiendo esta pasión por la fotografía. Eso en sí ya es un privilegio: poder realizar lo que nos emociona siempre es mucho más importante que cualquier premio.

¿Cómo se puede mantener viva la pasión después de entregar más de tres décadas a la fotografía?

Y alguna más también porque llevo ligada a este oficio desde los 13 años y ya tengo 65 (ríe)... Al final esto más que una profesión es una forma de vida.

Muchos de sus trabajos son en blanco y negro, ¿eso obedece a un gusto estético o tiene más que ver con el lenguaje fotográfico?

El blanco y negro es atemporal, va más allá de cualquier moda y además tiene una parte misteriosa que a mí me interesa mucho. Es una textura que permite a los espectadores soñar, pero básicamente recurro a esas tonalidades por su atemporalidad y el misterio. Mi atracción por el blanco y negro es infinita, pero hay realidades que solo se pueden contar en color: son tan reales que no puedes dejar que otros sueñen por ti.

¿Y esa preferencia puede llegar a ser una excusa para mantener su firmeza como fotógrafa frente a las formas más vanguardistas que vienen aparejadas a las nuevas tecnologías?

Aunque existen muchos oficios seriamente amenazados por las nuevas tecnologías, el sector de la fotografía está rentabilizando al máximo la era digital. Es cierto que han desaparecido algunos elementos convencionales y productos que aún podrían tener recorrido, yo creo que vivimos una etapa similar al momento en el que empezó a descubrirse la fotografía en el siglo XIX, una etapa mágica en la que hay que experimentar con todas las cosas buenas que nos está regalando esta era de progreso. Esos avances los podemos conjugar con toda la información que hemos recibido hasta ahora y que después cada uno lo adapte para mejorar su forma de contar las cosas. No soy una enemiga de la modernidad. Al contrario, creo en el mestizaje de la fotografía de hoy.

¿Se atrevería a catalogar su lenguaje fotográfico?

Catalogar es algo que me horroriza (silencio). Antes de agarrar una cámara ya hacía fotografías con la mirada... Mi interés siempre ha sido el ser humano y la cámara me ha dado la oportunidad de hablar de él, de su dignidad, de la vida, es decir, de cómo somos, de dónde venimos y adónde vamos. Esos conocimientos son importantes, pero no sirven de nada si no los puedes compartir.

Eso es lo que los espectadores tienen a su alcance en la exposición "Mujeres del Congo" que se muestra en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de esta capital hasta el próximo 4 de diciembre, ¿no?

"Mujeres del Congo" es un proyecto especial que nació a partir de una amistad con Caddy Adzuba. Lo que me gustaría es que a través de los retratos de estas mujeres activistas el público capte las dificultades por las que pasaron para mejorar sus condiciones de vida en un territorio en el que día tras día se vulneran sistemáticamente todos sus derechos sin que nadie diga nada. Quiero contar a través de la fotografía la valentía de unos seres humanos maravillosos que han decidido vivir, que son conscientes de que viven en este mundo después de burlar la muerte.

¿De qué manera hay que enfrentarse a esas miradas?

El fotógrafo desde una posición de compromiso y el espectador con la serenidad que destilan unas miradas repletas de dignidad... Para mí son unas auténticas heroínas que viven en el infierno. La imagen nos permite cuestionarnos muchísimas cosas que pasan muy lejos de nosotros, pero que en realidad forman parte de una sociedad global que muchas veces no se interesa por temas como las doscientas niñas que fueron secuestradas en Nigeria o el negocio mortal que se genera en los yacimientos donde se extrae el coltán.

¿Denuncia al cien por cien?

¿Denuncia?... No sé si llamarlo denuncia o toque de atención, pero este problema hay que mostrarlo. Al final lo que menos importa es llamarlo cuestionamiento o dar una información que golpea de lleno las vidas de unas mujeres que el único pecado que han cometido es haber nacido en uno de los cinco países de este mundo en el que ser mujer supone una amenaza. Me gustaría que el espectador viera a través de la dignidad de la que hablé antes y de la belleza que siempre transmite una mujer un espacio para reflexionar en torno a por qué siguen ocurriendo este tipo de cosas en el siglo XXI.

Es posible que parte de la respuesta a esta pregunta ya la haya deslizado en las anteriores, ¿pero cuál fue su primera motivación a la hora de enfrentarse a una experiencia de la dimensión de "Mujeres del Congo?

Cuando tienes conocimiento de una historia de esta dimensión no puedes pasar página... Sabes que tienes que contarlo y lo único que podía hacer es ponerme en manos de Caddy... ¿Si tú me necesitas yo voy? Le dije en el momento en el que nos empezamos a plantear que algo como "Mujeres del Congo" valía la pena. Luego, cada persona es libre de hacer lo que cree que debe hacer, pero desde el desconocimiento las historias que no se cuentan nunca existieron... Al final esto se convirtió en una obsesión que tuve la enorme fortuna de compartir con muchas valientes.

¿Las obsesiones de un creador pueden llegar incluso a "capturar" sus ideas hasta el día en el que este consigue liberarse a través de un libro, un cuatro, o en su caso, con una fotografía?

No sé queda a merced de algo o de alguien, pero sí que es una necesidad que en este caso va a contrarreloj. ¡Mientras hablamos de esto sigue el horror!