España lleva años cortejando a China como cliente estratégico para el futuro de su sector turístico, consciente de cada vez son más los chinos que pueden pasar sus vacaciones fuera, en una tarea que no solo se gana en ferias y despachos, sino que puede allanar una buena paella.

Y eso, paella para dos, es lo que le han servido hoy para almorzar al presidente del gigante asiático, Xi Jinping, y su esposa, Peng Liyuan, a petición del propio matrimonio en uno de los destinos turístico más solicitados del país, la localidad de Maspalomas, en Gran Canaria, durante su breve estancia en la isla.

El presidente Xi aterrizó anoche en el aeropuerto de Gran Canaria en una escala técnica en su vuelo a China desde América Latina, acompañado por una delegación de alto nivel (tres vicepresidentes y nueve ministros), que ha obligado a desplegar medidas de seguridad como no se recuerdan en el sur de la isla, acostumbrada a recibir a mandatarios de todo tipo, tanto en viajes oficiales como de ocio.

"Supera todo lo que hemos visto cuando nos ha visitado cualquier otro presidente de Gobierno o el propio rey de España", confesaba esta mañana el alcalde de San Bartolomé de Tirajana, Marco Aurelio Pérez, a la entrada del Hotel Lopesan Costa Meloneras, el lugar de elegido por la delegación china para pasar unas horas de descanso.

Paradójicamente, pese a la elevada seguridad, el presidente Xi y sus acompañantes no han elegido un hotel apartado del bullicio de los miles de europeos que estos días pasan sus vacaciones en la isla o aislado de los circuitos turísticos, ni tampoco el más exclusivo, sino un establecimiento de 4 estrellas, situado en pleno paseo de Meloneras, a escasos metros de la playa y el faro de Maspalomas.

Eso sí, han escogido el más grande de los hoteles de la isla -y uno de los mayores de todo el país-, con capacidad para acoger a las decenas de personas que conforman la delegación china, cuya dimensión responde a la importancia del viaje del que regresa Xi Jinping: una visita de Estado a Ecuador, Perú y Chile.

Mientras el líder de una de las principales potencias del mundo se reunía con la vicepresidenta del Gobierno de España, Soraya Sáenz de Santamaría, en un salón ambientado al gusto chino (con sobrias cortinas rojas), todavía había turistas caminando por la recepción que preguntaban a los periodistas quién estaba en el hotel.

Eran, seguramente, los últimos despistados, los pocos que todavía no se habían dado cuenta de la banderas colocadas en varios puntos del hotel, ni de las decenas de periódicos en chino repartidos por todas las mesas del vestíbulo con la foto de Xi en la portada.

Sí es cierto que hoy el presidente chino y su esposa apenas han salido de su habitación más que para la reunión con Sáenz de Santamaría y el almuerzo. Para ellos, conformado por una paella y, para sus acompañantes, por una degustación de papas arrugadas con mojo, quesos, almogrote y otras delicias de la cocina tradicional de Canarias, servidas a solicitud de la propia delegación china.

El presidente chino sí tuvo anoche unos minutos a su llegada al hotel para conversar con varias personas, entre ellas con una representación del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana.

Su alcalde ha relatado hoy que Xi sorprendió a sus interlocutores "con su amabilidad" y con su disposición a entablar conversación.

Y no solo con eso: el municipio donde se encuentra Maspalomas pensaba entregarle un obsequio conmemorativo, pero se ha visto obligado a variar ligeramente sus planes iniciales, porque Xi y su esposa han pedido, si es posible, un plato con la imagen del faro de Maspalomas, uno de los iconos más conocidos de Gran Canaria.

Al término de la reunión oficial, el ayuntamiento y el hotel aún estaban buscando dónde conseguir un recuerdo como ese, reconocía el alcalde. Lo encuentren o no, ya han resuelto que Xi se llevará a Pekín un faro de Maspalomas, en un grabado del artista Pepe Dámaso.