Desprecia la literatura en la que los autores delatan todas sus intimidades y las de sus amigos. La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo.

Milan Kundera

Sorprende, ¡y mucho!, la devaluación que la intimidad ha ido experimentando a lo largo de los últimos tiempos. Desde las revistas del corazón de los años 70 hasta las cuentas personales de Instagram, la exposición pública de la vida privada se ha vuelto algo común en nuestra sociedad.

Y si bien al principio esto se limitaba a celebridades más o menos conocidas o con más o menos mérito, la democratización de la exposición pública de la vida privada es una realidad.

Así podemos ver cómo se levanta nuestro vecino de escalera (al que no saludamos), cómo desayuna nuestro peluquero, cómo va a la playa la amiga de nuestra hermana o cómo se divierte nuestro hijo en una fiesta (a la que no sabíamos que iba a ir).

Nuestra vida virtual, o la que exponemos al público, es cada día más presente. Se llega a confundir con nuestra vida real ¡Incluso nos pasa a nosotros mismos! Las personas que saben de esto lo llaman "gestión de la identidad digital", y nos ilustran sobre el impacto que puede tener colgar en una red social nuestras fiestas a altas horas de la madrugada en nuestra vida, privada y laboral.

Nos comentan cómo es cada vez más común que las empresas buceen en la vida virtual de quienes aspiran a ingresar en su plantilla, con el fin de hacerse una idea de si el poseedor de una carrera brillante, tres másteres en otras tantas universidades del mundo mundial, o acreditaciones oficiales en inglés, ruso y chino, es una persona cabal.

Quitando la opinión que tengamos sobre esta "invasión de nuestra intimidad" (que voluntariamente hemos expuesto nosotros), las implicaciones que puede tener la sobreexposición de la misma en nuestra vida puede ser algo catastrófico.

A quien me pregunta qué es lo que debe o no publicar en sus redes sociales hace tiempo que le respondo lo mismo: ¡aquello que no te importaría poner en una valla publicitaria en la mayor y más transitada de las autopistas del mundo!

Porque esa es la realidad. Una vez que lo hemos compartido a los cuatro vientos, ahí se quedará. Y pasará de ser algo íntimo, a ser del dominio público.

El impacto que esto puede tener, además de en el plano laboral, en el ámbito más privado, puede llegar a ser terrible también. Desde las rupturas sentimentales por las amistades virtuales, hasta la pérdida de la identidad íntima que todas las personas necesitamos.

Porque no nos llevemos a engaño: somos seres sociales, y el contacto humano es algo esencial para nuestro desarrollo y bienestar mental. Pero nuestra intimidad, aquello que queremos guardar para nuestro interior, es también una parte esencial de la salud emocional. Al exponerlo continuamente, podemos estar provocando una disociación entre lo que construimos para que vean los demás y lo que somos. En ocasiones, la diferencia es tan grande que no nos reconocemos.

Quizás estamos yendo un poco lejos en nuestro afán de enseñar el bocadillo de tortilla a todo aquel que quiera verlo. Es vivir una vida hacia fuera. Poco a poco, nos quedamos sin contenido interior. Y esto puede ser insoportable soportarlo.

@LeocadioMartin