Dedicar toda una vida a la investigación tiene mucho que ver con la vocación, pero también con el contexto. El contrato, por norma, exige aceptar el mileurismo como forma de vida y renunciar a la estabilidad. La generación actual es la mejor formada de la historia, pero desde que comenzó la crisis las puertas de las universidades prácticamente se han cerrado.

Una encuesta elaborada por Comisiones Obreras, en la que han participado casi la mitad de los investigadores de las universidades canarias que tienen beca o contrato, pone el foco sobre la situación que viven los investigadores que entraron en la universidad con una beca entre 2010 y 2015: la mitad de los participantes sigue trabajando en su pasión con contratos temporales y ayudas, el 20% no tiene trabajo ni beca y la cuarta parte encontró trabajo estable. Al éxodo de investigadores hay que sumar otro factor: el abandono, decidido o forzado.

El promedio normal de investigadores vinculados con beca o contrato a las dos universidades es de 300 personas (más de 160 en la Universidad de La Laguna y 140 en la ULPGC), que suelen prolongar su vida laboral en esa situación por periodos de cuatro a cinco años, según CCOO.

Elena Carretón es una de las investigadoras que se resiste a dejar su pasión. Esta doctora en Veterinaria entró en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) en el año 2009 con un contrato predoctoral de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (ACIISI). Cobraba 1.200 euros, pero cuando empezaron los recortes su salario se redujo a 900. Consiguió ir enlazando "contratillos" en grupos de investigación que alternó con periodos en paro mientras hacía la tesis. Su sueldo se mantuvo igual. Acaba de cumplir 40 años, está en la directiva de Invepa, una asociación de investigadores de Las Palmas, y su situación apenas ha cambiado.

Ha conseguido un contrato posdoctoral y cobra alrededor de 1.500 euros, pero sigue sin saber qué es la estabilidad. Este contrato tiene carácter anual y se puede prolongar hasta un máximo de cuatro años. No sabe qué ocurrirá luego.

"Acabo de cumplir 40 años, vivo de alquiler, no puedo permitirme tener hijos. A veces me pregunto si no he sacrificado demasiado mi vida. Me paso el día trabajando, en la universidad y en casa, todos los días... Y al final no sé dónde voy a acabar. La frustración que siento es diaria y cada vez mayor". Cuando concluya su contrato podría optar a un contrato Ramón y Cajal, pero esta convocatoria es muy competitiva y la demanda se ha desbordado por las escasas oportunidades que han surgido en los últimos años.

También puede entrar en la universidad como ayudante doctor, "pero es muy difícil, por las políticas de contratación actuales", encadenar otro contrato precario o marcharse al extranjero. Eso, o dejarlo.

Esto último es lo que decidió Marta Rodríguez, que hizo el doctorado en Farmacología en la Universidad de La Laguna (ULL) cuando tenía 36 años. Ahora ya ha cumplido los 38. "Opté por montar un negocio con mi marido de complementos alimenticios del que ahora vivimos cinco personas", explica. Decidió dejar la universidad por la falta de estabilidad. "Tuve un niño, pedí ayudas de médicos, guardería... si batallas vas tirando, pero no tienes estabilidad".

El vicerrector de Investigación de la ULL, Francisco Almeida, es muy consciente de la situación que afecta a todas las universidades. La institución de Aguere consiguió no despedir a nadie, un hecho excepcional en el escenario nacional, pero no ha sido capaz de retener el talento nuevo. "De la ULL están saliendo unos 200 doctores cada año y tenemos un acumulado de seis o siete. El último año puede que hayan entrado unos 100. Ya nos gustaría a nosotros poder contratar a todo este personal".

Desde que en 2009 empezaron los recortes "el capítulo 1 no se ha movido" por imposición estatal. "Es lógico que la gente se haya ido fuera. Ahora aparecen programas como el Agustín de Betancourt, que permite contratar a 25 al año", dice con esperanza. Lo sorprendente es que, según el vicerrector, el volumen investigador no se ha resentido.

Como dice Elena cuando le preguntan si es capaz de animar a los que vienen detrás, "cuando investigas estás creando algo bueno, lo que haces es útil: merece la pena aunque sea durante el periodo de tiempo que consigas estar dentro. Y lucharemos para que los políticos se den cuenta".