El viernes, El DÍA incluía entre sus páginas un reportaje que informaba de que 300 niños del Centro de Educación Infantil y Primaria García Escámez, en Santa Cruz de Tenerife, habían salido a la calle el día anterior para donar alimentos a los más necesitados de su barrio. Se trataba de destacar tanto la acción de los alumnos como la labor de los profesores, que con dicha actividad pretenden inculcar a los más pequeños la importancia de ser solidarios y generosos con los que menos tienen. Aunque no es cuestión de dar lecciones a nadie, de vez en cuando sí conviene recordar que los tinerfeños siempre han estado dispuestos a ayudar a los demás y compartir sin esperar nada a cambio. Ahora bien, ser un pueblo solidario no significa ser estúpidos y permanecer callados cuando se recibe un trato injusto. De esto último hay claras muestras si se observa la diligencia con la que se mueve el delegado del Gobierno central en Canarias a la hora de resolver los asuntos referidos a Gran Canaria y la lentitud que adopta si se trata de Tenerife. Véase, por ejemplo, el caso de las cámaras de seguridad para el parque García Sanabria, cuya solicitud ha sido desechada en varias ocasiones, en comparación con la premura con que fueron autorizadas las demandadas por el Ayuntamiento de Las Palmas para los alrededores de la plaza de Canarias, la plaza de la Música y la calle San Bernardo esquina con la calle Cano. O la distinta vara de medir aplicada a las costas de las dos islas si se trata de permitir actividades náuticas, tal y como advirtieron recientemente los empresarios del Sur de Tenerife. Siendo esto grave, preocupa mucho más la actitud que mantiene, desde el inicio de la presente legislatura, el Cabildo de Gran Canaria. Su llamada a la sublevación, por no compartir los criterios del reparto del Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan) no puede pasar desapercibida por el resto de las islas, y mucho menos por Tenerife, pues si les dejan son capaces de quedarse con todo. Si siempre se ha dicho que la avaricia rompe el saco, desde luego, el comportamiento egoísta de determinados dirigentes canariones lleva camino de hacer saltar por los aires el proyecto de una Canarias unida que lucha por objetivos comunes.

La política no pasa por su mejor momento en el Archipiélago. Lo ocurrido en el último consejo de gobierno, en el que los representantes socialistas se levantaron de la mesa, para manifestar su desacuerdo con la fórmula elegida para distribuir los fondos del Fdcan, da muestra de ello. Los posteriores cruces de declaraciones, entre miembros de los dos partidos que sustentan el pacto, tampoco han contribuido a reducir la tensa situación, sino todo lo contrario, se ha agravado más. Como hemos insistido en otras ocasiones desde esta misma página, no conviene caer en la tentación de convertir esta importante actividad en un espectáculo. En un momento en el que a nivel estatal se debaten los presupuestos y cabe la posibilidad de que se abra la negociación de un nuevo sistema de financiación e incluso la reforma de la Constitución, en las Islas no se puede estar distraído con cuestiones de orden menor. Urge que reine la cordura y se dejen a un lado los intereses particulares, para así lograr un objetivo mayor.