Por los años 60, en momentos de mi preparación del programa docente para la asignatura de Filosofía del Derecho, en la parte de una referencia histórica, nos atrevimos a situar una lección sobre el pensamiento de Lutero. Creo que lo abordé con serena ingenuidad, al tiempo que con cierta ilusión. Por lo que tenía de osadía ante el Tribunal de Cátedras en aquella época con su ortodoxia iusnaturalista. Es por ello por lo que decidí no elegir tal tema, porque pudiera ser considerado discutible.

Ahora, con motivo del desplazamiento del Papa Francisco a Suecia, como parte de la conmemoración, que no celebración, como aclaraba nuestro pontífice, de los 500 años de la "protesta" de Lutero frente al cristianismo dominante, me permito unas reflexiones que pudieran modificar o confirmar algunas pautas al escribir sobre Lutero. Me anticipo a recordar la obra "Consecuencias político-jurídicas del protestantismo", dirigida por el ilustre jurista y compañero Miguel Ayuso, que las ha comentado, entre otros, Juan Manuel de Prada.

Nosotros acentuamos, entonces, la persona singular del agustino Lutero, persona de suya depresiva, tristona, preocupada por cuestiones que andaban a su alrededor. Por ejemplo, el terror que tenía en algunas ocasiones, como cuando en la escalera que daba a su habitación escuchaba por la noche el rodar de las castañas caídas o de los sacos más cerrados. Creyó que eran pasos del diablo. Es decir, le atormentaba mucho su exterior, como los labradores o los príncipes alemanes. Sería mucho pesar que su propósito fuera hacer teología. Más bien sería economía o sociología, como se aventuraba a decir, nominalmente, Ortega y Gasset, en la parte final de su discurso-debate político en las Cortes Constituyentes, 30 de julio de 1931 (v. tomo 11, de las Obras Completas, página 352), la única referencia en toda la producción intelectual, del filósofo Ortega sobre Lutero, coincidente con una visión económica en su tiempo. La obra de Ayuso, y sus colaboradores, especialmente del profesor Segovia, han servido para dos comentarios, muy finos, de Juan Manuel de Prada (Abc, agosto y noviembre 2016).

En efecto, en Lutero, la justificación por la sola fe abre el camino del más rabioso subjetivismo o relativismo. Por lo tanto, viene a negar el valor de la ley y de la justicia, y de la autoridad moral, poniendo en consecuencia de relieve, ante los hombres de su tiempo, especialmente de los príncipes, la corrupción de la vida humana, el germen del pecado, lo maligno del hombre. Lo que conlleva la desesperación, la melancolía. Todo esto tiene aún un valor más bien sociológico, y aún si se quiere, como apuntaría sobriamente Ortega, de economicista.

*Premio Nacional de Literatura