La intensa actividad volcánica provocó que las islas crecieran con gran rapidez hasta desmoronarse y formar los valles que hoy presentan. Este mismo fenómeno explica también los derrumbamientos que se producen a pequeña escala: los de laderas y taludes, formados por materiales muy heterogéneos, que en ocasiones ceden y caen, poniendo en peligro la seguridad de las personas o dañando las infraestructuras.

Esta inestabilidad es inevitable, pero sus riesgos se pueden reducir. Ese es uno de los objetivos del proyecto Macastab, que el Servicio de Laboratorios y Calidad de la Construcción de la Consejería de Obras Públicas del Gobierno de Canarias desarrollará junto a entidades de Azores, Cabo Verde y Madeira y con la financiación obtenida del programa europeo MAC-Interreg. No se trata solo de rebajar este riesgo hasta un nivel "asumible", sino de que todos los agentes que intervienen en la ejecución de infraestructuras -administración, técnicos o promotores privados- dispongan de una guía metodológica que les permita saber qué tienen que hacer en cada fase de la obra o cuando se produzca un desplome, detalla el geólogo Luis Hernández, que dirige esta iniciativa en el laboratorio.

Estos sucesos se dan con asiduidad cada vez mayor, según los impulsores del proyecto. En los últimos años se han producido casos significativos -la playa de Los Guíos, el barranco del Infierno, o incluso el reciente derrumbe de un talud en Santa Úrsula que afectó a varios vehículos-, a los que se suman un sinfín de situaciones menos llamativas. Los motivos: el aumento de las infraestructuras viarias y de la circulación por el crecimiento de la población y los efectos del cambio climático. "Hay temporales con lluvias muy intensas o vientos muy fuertes con muchísima más frecuencia. Cada vez que ocurren tenemos que cortar carreteras, y lo sentimos más porque el tráfico es mayor", argumenta Hernández.

La inestabilidad de laderas y taludes se produce en todas las islas -salvo Lanzarote y Fuerteventura-, y especialmente en las zonas atravesadas por barrancos, como los parques rurales de Anaga y Teno, en Tenerife. La intención de los promotores del proyecto es minimizar el peligro -que siempre va a existir- hasta parámetros similares a los de viajar en un vuelo comercial, "muy bajos y muy asumibles por la sociedad". Medidas como cerrar carreteras o espacios públicos -playas, por ejemplo- de forma preventiva en situaciones de riesgo meteorológico pueden contribuir a este objetivo.

Hasta ahora no se cuenta con ningún documento que establezca cómo proceder ante los derrumbes. "Cuando tiene lugar un desprendimiento, el ayuntamiento llama a una empresa. Si esta se dedica a las pantallas, instalará una pantalla; si es de inyección de hormigón, inyectará hormigón, aunque esas no sean las soluciones correctas", expone el geólogo. La guía dará opciones de cómo actuar en cada momento.

Esta iniciativa busca también que a la hora de proyectar una infraestructura se calculen los riesgos de derrumbe parcial, y no solo global, algo que ahora "no se considera seriamente".

el proyecto

Objetivos. El proyecto Mascatab persigue confeccionar guías metodológicas en cada región de la Macaronesia para facilitar una adecuada gestión de los riesgos naturales derivados de los movimientos de laderas y taludes.

Financiación. El presupuesto total es de casi 530.000 euros. La mayoría -450.000- procede de fondos europeos a través de la convocatoria MAC-Interreg 2014-2020.

Colaboración. El proyecto es ejecutado por el Servicio de Laboratorios y Calidad de la Construcción del Gobierno de Canarias, los laboratorios de Ingeniería Civil de Madeira y Azores y la Universidad de Cabo Verde.