Siempre se ha dicho que tanto nuestras acciones como nuestras omisiones son las que marcan nuestra trayectoria personal e influyen de forma positiva o negativa en nuestro entorno familiar, laboral y social. Es decir, que somos lo que seamos capaces de dejar constancia o recuerdo en los demás de nuestro paso, de nuestra huella. Si este hecho lo trasladamos a las empresas, dicho acto se traduce en una impronta global que marca para bien o para mal su propia trayectoria corporativa y, por extensión, su credibilidad empresarial presente y futura.

Si el hacer el bien, comprometerse con los demás -sobre todo con los más desfavorecidos de la sociedad-, es pertinente hacerlo durante todo el año, en estas fechas entrañables de Navidad es no sólo deseable y gratificante, sino justamente necesario por la emotividad de unas fechas tan señaladas que conllevan el desarrollo pleno de la solidaridad más apasionada y desinteresada. Y por ventura existen muchas familias y empresas que entienden dicha solidaridad como un regalo mutuo que se lleva a cabo entre personas de igual condición humana, que muchas veces tan solo los separa los vericuetos de la vida o la fatalidad del destino.

Por todo ello es menester resaltar las cosas buenas y la ingente y muchas veces silenciosa labor social que llevan a cabo algunas grandes empresas ubicadas en nuestras islas, como la corporación The Ritz-Carlton, que regenta el prestigioso hotel Abama en el Sur de Tenerife, que, a través de su programa de responsabilidad corporativa denominado "Community Footprints" o "Huellas en la Comunidad", pretende hacer partícipes de la comunidad en la que se instalan -en este caso el municipio de Guía de Isora y sus aledaños-, a sus empleados (conocidos como Damas y Caballeros), que con su voluntariado y con su compromiso social, ayudan durante todo el año a determinadas asociaciones benéficas, colegios, ludotecas y demás familias necesitadas de dicho municipio.

Este deber social forma parte de la cultura del Ritz-Carlton, que se manifiesta en el título cuarto de sus reglas de compromiso, que pertenece a los valores de la mística y que dice: "Comprendo mi papel para alcanzar nuestra misión, aceptando las huellas de la comunidad". Y, debido a ello, es por lo que intentan mejorar las oportunidades de las futuras generaciones -a través de los apadrinamientos-, para que conformen en el futuro una parte contribuyente a nuestra sociedad. Además de favorecer con su propia política empresarial a la sostenibilidad y al bienestar de la comunidad donde trabajan.

Otra labor distintiva y singular que propone el hotel Abama todos los años por estas fechas es el ya conocido como "Árbol de los deseos", que está destinada a clientes y trabajadores del establecimiento hotelero y, según confiesa su director general, Hugo Lecanda, "constituye una maravillosa iniciativa solidaria con la que los responsables del hotel pretendemos poner nuestro granito de arena para cumplir los sueños de los más pequeños, además de ofrecer la posibilidad, a través de sus donaciones, de participar en las distintas actividades sociales que se llevan a cabo a lo largo del año, como el hecho de promover y fomentar la conservación del medio ambiente y sensibilizar sobre la necesidades de los ciudadanos más desfavorecidos de la isla de Tenerife".

La dinámica del mágico "Árbol de los deseos" es sencilla, del inmenso árbol de Navidad que se coloca en la recepción del hotel, además de las luces y los adornos típicos, cuelgan una serie de sobres de distinto color, donde los niños más necesitados han escrito sus deseos para estas fiestas, y todos los clientes y trabajadores que quieran participar cogen un sobre e intentan cumplir dichos sueños con una determinada aportación económica que intenta suplir, en lo que puedan, la ilusión la paz y el amor que a ningún niño le debería faltar nunca, y menos por estas fechas.

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